sábado, 20 de septiembre de 2008

BISAURÍN

Bisaurín y su contorno, visto desde la cima sur del Castillo de Acher



Atrás quedó el Valle de Hecho con el río Aragón Subordán; atrás quedó Aragüés del Puerto; aguas arriba del río Osia, estamos instalados en el refugio de Lizara. Aún nuestra retina es un constante baile de maravillas descubiertas durante la jornada, que vuelven a nuestra presencia con diversidad de focos iluminados; los mallos de Riglos, imponentes; las primeras vistas del Pirineo, ilusionantes; agua, montaña, naturaleza.


El desayuno en el Refugio de Lizara nos da fuerza para iniciar la subida al Bisaurín. Serán más de mil metros de desnivel hasta alcanzar los dos mil seiscientos sesenta y ocho, es la cumbre más alta de esta parte del Pirineo. Las estrellas juegan al corro con los primeros resplandores de la aurora y nuestros pasos inician trémulos la silenciosa pendiente. Está muy claro, los primeros minutos seguiremos el G.R. entre murmullos de vacas que miran entre el cariño de quien ha visto tantos humanos que ya nos aceptan como parte del paisaje y la envidia pues saben que ellas no podrán hacer los últimos metros de ascensión.


El camino desemboca en una amplia pradera y nosotros pensamos que zigazagueando llegaremos más cómodos al collado de Lo Foratón. Hemos escuchado el dialecto de esta zona, el Cheso que aún conservan entre las gentes del lugar y está asumido en los nombres del entorno. El collado va acogiendo nuestra respiración pausada, en una alfombra verde, tejida sin duda durante siglos por cientos de ninfas mientras arrullaban un amor de madrugada. Hoy vienen a darnos la mano en forma de aves, a veces de rocas, a veces de árboles solitarios, porque hemos perdido la magia y las ninfas misteriosas saben que no pueden acercarse a nosotros con sus cuerpos de luz recién amanecida.


Desde el collado la vista se amplía hacia nuevos valles. Otros montañeros nos han ido pasando.


El saludo.


El comentario.


El silencio.


La montaña tiene nombre de espíritu y sosiego. Y a todos nos abraza y nos va poniendo un corazón de carne y sangre nuevas. Así ha ocurrido desde la primitiva historia y así seguirá siendo mientras existan lugares sin tiempo.


Nos viene bien llanear -dentro de lo que se puede caminar llano en el Pirineo-, así reposa nuestra fatiga y se adentra más en el misterio. ¡Ánimo Jose, ánimo Javier, ahora toca un repecho! No importa, la montaña nos sigue dando su aliento. Paso a paso, calma a calma, nos adentramos en el tramo más enmarañado del pedregal suelto. Con los dos montañeros de Irún que hacen este tramo con nosotros, vamos tejiendo un camino que nos parece más llevadero. El paso se acompasa al ritmo siempre del más lento. Así la montaña, el corazón, el espíritu y el sendero son el mismo para el grupo de montañeros.


La cumbre. En la foto aparece la sonrisa, y en esos dientes al viento podemos leer el sudor y el esfuerzo. Cien miradas en derredor, cien suspiros y cien recuerdos de amor que lleva el aire hasta la gente de casa. Han recibido el beso, viene a decirlo el águila solemne que vuela sobre el Bisaurín cortando el viento con el cuchillo ágil de sus alas nuevas.


Javier Agra.



1 comentario:

  1. Vaya par de abuelos guapos que estáis hechos ;-D

    Ahora toca cambiar las tornas y, frente a la Cuerda Larga, proponerlos las praderas de Navarrulaque. Pero seguro que aceptais con una gran sonrisa....

    Un beso muy fuerte,
    Ana

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