sábado, 29 de noviembre de 2008

POR EL PARQUE

La cumbre de La Munia desde el collado, nos enseña unas pinceladas de nieve veraniega en su vertiente francesa. A media altura está el Paso del Gato, un momento de trepe antes de llegar a la cumbre.

Esta es Munia, la perra que con su nombre recuerda la potente montaña pirenáica. Llegó a casa de Jose y Marga por diversos avatares de la vida. Con ellos sigue. Esta noble montañera nos acompaña y descubre veredas y trochas para nuestros paseos.

Es verdad, en el parque donde paseo a diario no tenemos estos roquedales ni las montañas del fondo. Es la cumbre de La Munia, en el Pirineo de Huesca que une España y Francia, la nieve está en la ladera francesa. La subida es prolongada y recuerda la austeridad y el sosiego con que la naturaleza fabrica la maravilla de la vida. La foto la hizo Jose: es el fotógrafo de nuestras expediciones.

La tierra está humedecida esta mañana con el brillo de las gotas del otoño. Los árboles tiemblan entre la timidez y el frío de la desnudez, las hojas duermen el sosiego del amanecer en cualquier parque de nuestros pueblos. Unas a otras se cuentan los suspiros de los enamorados que pasaron sobre ellas con las manos entrelazadas haciendo planes de futuro entre el arrebol de sus miradas y la ternura de sus manos.

Pipa y yo, más ateridos que enamorados, también paseamos mientras buscamos los rayos iniciales del sol que no consiguió vencer la nube de la mañana. No pasa nada, todo está bien como está: los pájaros hacen el camino de todas las mañanas a la misma hora y con el mismo piar, los chopos permanecen enhiestos en su territorio - hoy un poco más desnudos -, la hierba medita en la duda de si perecer bajo la helada o explotar de vida ante la luz del nuevo día... solamente los humanos paseamos, las manos en los bolsillos y el moquillo asomando entre el pañuelo y la escarcha, con silencios de amanecer y susurros de alegre encuentro... solamente los humanos hemos aprendido a caminar sobre dos extremidades, seguramente para poder llevar las manos en los bolsillos y la cartera cercana al corazón. Y mientras tanto, la sierra - a cincuenta minutos de coche - nos llama y nos recuerda que formamos parte de la misma tierra.

Munia y Pipa caminan al compás. Si no las ves, puedes al menos, imaginar una antigua escena de trilla en las eras de Castilla, cualquier mediodía de agosto. Las dos uniendo su ritmo paso con paso como en un ballet de armonía terrestre.

Javier Agra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario