jueves, 27 de agosto de 2009

PEÑA TELERA (I)


Muchos montañeros comienzan la ascensión desde Lacuniacha - hermosa área de interpretación de la naturaleza, con animales en mayor libertad que un zoo convencional, donde también se puede ver una gran profusión de vegetación -. Nosotros, que habíamos guardado en nuestras retinas esta imagen de la Corona del Mallo, Cabichirizas o Peña Parda y Peña Telera desde el pueblo de Piedrafita, pensamos que sería más prudente hacer una noche en el refugio Telera. Allí nos fuimos al caer el sol, con la mochila y su desmesurado peso, pues a la alimentación de la subida añadimos la cena y el desayuno.
La noche en el refugio es de ensueño. Las vacas se había ido y llegaron los franceses - éstos absolutamente pacíficos, sin otras guerras que recorrer el Pirineo -. Con el grupo de cinco jóvenes compartimos una velada de estrellas bajo el cielo y lumbre en el interior del refugio. Dormir sobre la piedra no es tan reconfortante, pero así nos encontró la claridad de la aurora.
Con sigilo comenzamos a caminar.
El cercano ibón - con muro para retención del agua - da paso a la ascensión inminente. Breve roquedal, verdes pinos y los primeros rayos del sol antes de ponernos la crema protectora y ascender por un sosegado prado que termina, abruptamente y sin concesiones en un ascenso de trecientos sesenta y cinco metros de piedra suelta.
Allí comenzó nuestra agonía. Allí las pisadas sin final se multiplican. Paso a paso y el pie que retrocede. Nuevo esfuerzo. Corre el tiempo en el mundo de los relojes y nunca llega el collado donde terminará ¡quién sabe cuándo! este penar lastimoso de piedra suelta. Miramos hacia el horizonte: descubrimos, trecho a trecho, nuevos picos a los que ponemos nombre. Miramos hacia la cumbre: Allá arriba está la cima del Telera ¿llegaremos? ¿alcanzaremos el collado ahora oculto por el mismo desnivel que estamos superando?
Arriba. Unos pasos más y llegamos al Collado de Cabichirizas. Unos metros, muy pocos antes de llegar, es mejor tomar el sendero de la derecha hacia el Collado; su salida es segura. Al regresar coincidimos, los dos montañeros, en que estos trescientos sesenta y cinco metros son la mayor defensa que opone la ascensión a Peña Telera.
Desde aquí, la subida se hace vivamente divertida. Entramos en el paso horizontal que bordea el Cabichirizas o Peña Parda. Es un paso expuesto pero solazado; con cuidado ¡siempre es necesario ser cuidadosos con la montaña! La vista y el gusto por la vida ganan en armonía melodiosa; desde este silencio participamos en una composición musical sin límtes; desde estos pasos podrían nacer libros de la poesía más pura; estamos en la montaña inmensa y en las entrañas mismas del llanto; lo sublime se hace respiración y latido.


Aquí dejo una foto del paso horizontal, que sacó Jose - como todas - mientras accedíamos desde el Collado de Cabichirizas.
Así, soñando infinitos, nos hemos metido en la zona de trepe. Otra variación que hace la marcha divertida y creadora. Dos pasos de primer grado y salimos a nuestra izquierda, una señal del camino nos lo indica. Hacia arriba, siempre el límite está más arriba. Llegamos al siguiente collado, con un pequeño valle y, aún sima, donde la piedra suelta parece ser el único habitante. Continuamos hacia la cumbre por un sendero que sale a la derecha.
En este tramo del camino guardamos silencio. Ahora canta la naturaleza. Escondidas, en pequeños y escasos manojos, hemos descubierto edelweiss. Yo nunca los había visto. Nos paramos y respiramos al mismo tiempo que la flor del enamorado Pirineo.



La cumbre. Peña Telera nos asoma a una inmensidad de paisaje y mundo sin fronteras. Peña Telera, la cumbre que tiene mil variantes en el sentimiento del montañero, la cumbre que es resumen del misterio. Aquí está Jose, en la cumbre, - semblante victorioso - abrazado al vértice geodésico.

Javier Agra.

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