viernes, 25 de diciembre de 2009

PIPA, recuerdos (II)

Merodeaban, por el lugar donde vivíamos mis hermanos y yo, varias personas. Enseguida me fijé en una familia que venía dos cachorros humanos: un chico – que ya era mozo – y una niña. Comencé a mover el rabo – signo de felicidad – en el mismo momento en que dirigieron su mirada hacia donde yo estaba. Fue un flechazo a primer ladrido.


Así entré a formar parte de aquella familia. Hoy es mi familia, desde aquel año que la ONU había decidido dedicarlo a la Cultura de la Paz y en el mundo cristiano se celebraba el Jubileo del 2000 – seguramente con el deseo de que nuestra vida fuera más jubilosa –. Así pues, el seis de septiembre, me fui a vivir con estos humanos a quienes cuido y lleno de lametones cada día. Coincidió con la audiencia de Juan Pablo II a los catequistas: “El encuentro con Cristo cambia radicalmente la vida de una persona, la impulsa a la metánoia o conversión profunda de la mente y del corazón, y establece una comunión de vida que se transforma en seguimiento. Así, nace la figura del discípulo”

Enseguida celebramos el día de la Alfabetización y otro dedicado a la Paz – como todos los segundos martes de septiembre –; inauguramos los Juegos Olímpicos de Sydney; subieron los ciclistas al Naranco; incluso me enteré que hacía diez años, los humanos se quedaron pasmados cuando descubrieron una galaxia sesenta veces mayor que la Vía Láctea.

Con todas estas cuestiones, mi mente se habría al futuro y a las preocupaciones de las personas. Me he dado cuenta, por múltiples detalles, que es mejor ocuparse del presente para transformarlo en fututo feliz; los humanos tienden a pre-ocuparse: ocuparse en cada momento del futuro incierto, entre el desasosiego y la búsqueda morbosa de lo que puede suceder mañana o el mes próximo. A veces les digo, a la gente que vive en mi casa, que es buena e incluso necesaria la previsión – porque nos hace dueños del camino que hemos de seguir – para lograr metas concretas, porque la previsión es constancia, mientas que la preocupación nos hace huraños y miedosos.

El asombro es una rara virtud entre los humanos (no todos se enteraron del descubrimiento de galaxia que cité más arriba). Muchos, de entre los humanos, no miran más allá de su ombligo (a veces aprendo dichos curiosos) y se tienen por las criaturas más imponentes del Universo. Ya me decían mis padres que a los humanos es necesario quererlos mucho, pues están demasiado solos las más de las veces; y tenemos que recordarles que formamos para del todo y dependemos unos de otros, como los vasos comunicantes, o como el cuerpo místico.



Pero de estos asuntos hablaré otro día, pues me han asegurado que en esta casa no me pondrán nunca censura y puedo decir lo que piense. ¡Qué bueno es pensar!

Estos que salen en la foto son aquellos cachorros humanos que vi cuando era una bebé. Ahora que han pasado los años, los veo crecidos pero los sigo cuidando y queriendo a lametazo limpio.

Javier Agra.

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