sábado, 9 de enero de 2010

MONTE PERDIDO (I)




Desde el Cotiella - grandiosa montaña, balcón de los Pirineos - la vista del macizo del Perdido es magnífica. En todo el centro, con su cumbre brillando en nieve, destaca el Monte Perdido. Así llamado por los franceses, pues desde su latitud era una montaña perdida en la lejanía.


El primer día, la intención era llegar hasta el Refugio de Góriz a través del hermoso valle de Ordesa. Nada de complicaciones, vamos a disfrutar. Hasta la Cola de Caballo parecemos turistas despistados, con nuestras botas y la mochila para varios días. Entre cámaras de fotos y ropa de fiesta, nosotros nos sentimos montañeros pese a la jornada plácida que viviremos hoy.


Dejamos a nuestra izquierda el sendero que se dirige hacia la cascada de Cotatuero. El gozo se disfraza de pinares, abetos y hayas, más allá la cascada de Arripas siempre en suave ascenso serpenteante. Tenemos tiempo para la vista y la palabra. El corazón se ensancha hasta abarcar todo el Pirineo y recordar los antiguos mitos que hablan del origen de estas montañas en las disputas de la ninfa Pirene hija del dios Atlante con el semidiós Hércules: dice la leyenda que los amores de él y el ansia de independencia de ella, se resolvieron en violentas llamas cuyo recuerdo permanente es esta majestuosa orografía del Pirineo. Los ibones son las lágrimas, para siempre congeladas, de Pirene.

Río Arazas arriba, llegaremos a las gradas de Soaso. El pensamiento se agranda y el silencio de hace vida. Imposible captar en imágines y palabras lo que el corazón retiene en sus saltos emocionados. Cualquier lugar será bueno para plantar “tres tiendas bíblicas” y permanecer para siempre entre las frondas, al menos trescientos años, como el monje Virila entre cantos de aves y contemplaciones paradisíacas allá en los montes del Monasterio de San Salvador de Leyre. Pero no mezclemos leyendas y dediquemos las horas a la merienda y la contemplación.

Atrás queda la cola de Caballo. Nosotros – ya comenzamos a ser montañeros – nos asombramos del grandioso Circo de Soaso y lo remontamos a través de sus clavijas: paso sencillo y bien plantado. Delante está ya el refugio de Góriz. La tarde está terminando la siesta y nos instalamos para la noche. Sentados contemplamos la mayor mole calcárea del mundo, inmenso ramillete del que descienden innumerables crestas montañosas. Mañana será otro día.

Javier Agra.

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