jueves, 1 de abril de 2010

PEÑA CENICIENTOS

Amigos míos, en lo pequeño también existe la magia. Rincón de Madrid, historia de valor y compromiso, Cenicientos tiene hermosas leyendas que contar. Son sobre la lealtad que permanece más allá del recuerdo. Para que nada se olvide, perdura su nombre, entre bosques de pinos y encinas. Buscando en el mapa, encontramos aquel recóndito ángulo, en el que no habíamos culminado su cumbre y decidimos subirlo un día, cuando las nevadas estaban recientes y la luz brillaba llena de esperanza.

La cumbre, más allá de los pinares. Donde se duermen los recuerdos. En el punto en que la voluntad toma cuerpo y se hace roca. Peña Cenicientos es un paseo de sosiego. La mochila siempre es necesaria, pues si la distancia es corta - como en esta ocasión - la hermosura de sus vistas invita al reposo y la quietud. Sobre su cima, el tiempo es una respiración sin relojes, saludamos al sol del medio día y lo vemos más tarde cuando nos recuerda que ya podemos descender porque el coche, acaso, note nuestra ausencia.


Desde la cima, protegidos los pensamientos por la serenidad de las rocas, divisamos Gredos al fondo: ¡Estate quieta Munia, no rompas el misterio de la Sierra! parece decir Pipa. Los valles de Ávila, siembran sus faldas de pueblos y cosechas. Alimento y serenidad para sus gentes y para cuantos viajeros llegan a sus sosiegos, en estos tiempos del siglo veintiuno cuando la distancia se comprime y entre los volantes y la seguridad de los asientos, se planta el viajero allí donde su sueño le marca los senderos.

También, desde la Peña Cenicientos, vemos el viejo Guadarrama y los llanos de Toledo. Reducida en su tamaño esta cumbre ¡nos permite soñar tan lejos!...
Ha sido una sencilla subida, es suficiente con seguir la pista entre los pinos. Después de varias paradas y entre metafísicas y poemas, cuatro horas más tarde estamos de nuevo en el coche. El resto de la jornada, para visitar el pueblo y calentarnos en una terraza al sol de la tarde que va creciendo, con un café cálido y la bebida sin gas que tonifica el espíritu.

Madrid, a nuestro regreso, está sosegado y en calma. ¿Será la respiración pausada de la Peña Cenicientos paseando aún entre las aceras de la inmensa ciudad?

Javier Agra.


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