miércoles, 6 de julio de 2011

LA SERROTA (I)

LA SERROTA

El motor del coche va marcando la distancia entre las estrellas y el amanecer. Madrid queda en el sueño de una madrugada. Suena el piano del alba carretera adelante camino de la Serrota. Pasado Ávila nos dirigimos inicialmente hacia Plasencia., nombres de gloria y de historia – incluso en la estrechez de mi vida frente a los anchurosos siglos de toda la historia, podría contar avatares y anécdotas de ambas poblaciones de dorado misterio – 

Después tomamos la carretera que va a Arenas de San Pedro por el Puerto del Pico, que divide – o tal vez agrupa – a la meseta norte de la meseta sur, grandioso mirador en su derredor. A nosotros no nos hará falta como observatorio pues dentro de un rato tendremos la amplitud de la Serrota. Pasamos, sin detenernos, por Solosancho: un recuerdo para Ulaca, Castro de la edad de Bronce; Robledillo, población que puede estar orgullosa de muchas situaciones entre las que merece mención la construcción de la iglesia de Santa Teresa por los moradores del pueblo; La Hija de Dios, localidad que celebra las fiestas de San Miguel y desde el que la Diputación de Ávila estudia las galaxias y las estrellas; Mengamuñoz, aldea castellana – olvidada como tantas otras –pero que puede decir orgullosa que fue lugar de importancia para la trashumancia pues por aquí pasa la Cañada Real Leonesa. 


En el Canto de la Oración. Ya camino de la Serrota.

Y ya estamos en el puerto de Menga, altura irrelevante visto desde nuestros ojos y nuestros vehículos de cuatro ruedas. Aquí cierro los ojos unos segundos… mil quinientos sesenta y cuatro metros de altitud: sudor y ampollas antaño cuando los labriegos cruzaban del Valle de Amblés al valle del Alberche, al paso lento de las caballerías, más allá de los calores y las heladas de estas resecas tierras inmóviles a través de siglos de historia; esperanza y tañidos de esquilas cuando la trashumancia comunicaba dichos y canciones, poemas y noticias, ¡Tantos días fuera de casa! ¡Tantos sueños de progreso bajo las mantas al caer la noche en la montaña!; escucho el lamento ronco de las pisadas militares en la viejísima calzada romana, cuando los habitantes de aquellos valles morían sin saber si eren hispanos libres, romanos manumitidos, esclavos de algún lejano imperio… Se ha detenido el tiempo, al ronquido de la gasolina le preguntamos las mismas dudas sobre el corazón humano, sobre la esperanza de la tierra, sobre la libertad sin muros, sobre el aire sin fronteras. El coche nos responde detenido cuando avistamos el pueblo de Cepeda la Mora, justo frente al cementerio donde se hacen oración las preguntas y las respuestas.

La actual población de Cepeda la Mora es “reciente” en el tiempo. Seguramente ha nacido de la síntesis de las múltiples guerras ocurridas por estos términos: parece su nacimiento en la repoblación de los inicios del siglo catorce. Al recordar la historia podemos pensar que nunca hemos dejado de ser nómadas, siempre vamos de un terruño a otro, de un corazón a otro como afluentes constantes de la gran laguna donde mana la paz. Vida a vida en cada instante, en cada latido; así ahora es la síntesis – ontogénesis – de todo el pasado, de todas las aspiraciones, de todas las dudas de la historia – cuevas pintadas, verracos, conquistas – hasta llegar al momento en que yo pienso, siento y palpito en comunión con el pasado. 


 Multitud de prados rodeando el Cerro del Santo. Montse y Blanca nos invitan a gozar la hermosura de la luz hecha naturaleza.

Siglos complicados aquellos del trece y posteriores; siglos de muerte y saña; de lindes desconocidas y ejércitos en continua destrucción. Crisis de alimentos, tiempos de agricultura, la tierra era la despensa; todas las poblaciones necesitaban terrenos de labranza, desde los lugares más llanos fueron llegando a los inicios de la montaña, a las márgenes de los arroyos, haciendo retroceder espacios a las sierras y estableciéndose en “La Mora”, nombre que recibían los terrenos de pasto y vegetación baja, después de ser quemados.

Javier Agra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario