jueves, 11 de agosto de 2011

SIERRA DE GUARA: 3 POR LAS CUMBRES

--> Y de pronto el sendero, ahora entre doloridos combates  con las piedras calientes bajo el sol, nos advierte con una señal inequívoca: ¡allí está la cumbre! Clamor de lejanos mares y recuerdos de olas terribles se han posado sin duda en esta parte de Guara, armónicas inmensidades de bronce y oro quedan acunando nuestras sienes mientras resoplamos sonrisas felices. ¡Allí está la cumbre!

Vista de los valles y la cumbre de Guara desde el Refugio de San Úrbez.

Por esta parte hemos llegado a los lomos de la tierra, Guara es nuestro áureo corcel en cuyas crines nos amarramos con gozo confiado para caminar, sorteando la primera loma, hasta tocar el vértice geodésico del Tozal de Guara. El lugar que en la distancia tomábamos por bramidos tormentosos, semeja ahora un campo de frutas de dulce aroma; nuestras pupilas se encienden y se afianza en nosotros la creencia de que el bien de ahora vence al doloroso mal del tiempo de sacrificios.

En la cima, con los Pirineos al fondo.

La montaña tiene, además del disfrute del camino y el gozo de la llegada, otras muchas meditaciones que yo me hago ahora que ya mis heridas están calmadas: la austeridad ha de ser permanente guía y compañera, pues la montaña está muy alejada de la avaricia. ¿De qué sirve almacenar los excesos y las grasas? Con pocas cosas tienes suficiente y aún te sobra una porción, deja que cada persona goce su porción de la abundancia de la tierra, el exceso de peso te impedirá llegar a la cumbre de la montaña; el espíritu – cada uno póngale el nombre que quiera – será quien arranque del corazón los nublados y las tormentas para dejar en nosotros el brillo y la claridad de la libertad.

Esta cruz está al lado mismo del vértice geodésico.

Atrás dejamos un rebaño de cabras – acaso pensaran que los montañeros estamos como cabras –, atrás quedaron las laderas verdes y amarillas…Ojalá quedaran atrás las lágrimas de fuego y los cuchillos de los tiranos, las penas funestas, los dolores provocados… Ya estamos en la cima. Hacia el norte toda la extensión de los Pirineos, desde Navarra la de bellos bosques e iniciales cumbres hasta Lérida la de sonoras montañas y embelesados lagos, en medio como dioses del Olimpo Aragón la de las cimas llenas de historia, de memoria, de épicos poemas. ¡Cuántas cimas llevan ya mi nombre! ¡Muchas más pueden describir las botas de mi compañero y guía Jose sin cuyo ánimo primero y permanente yo no habría ni imaginado este embeleso infinito que ahora siento! Este temblor de la piel es el gozo de lo bello.

Comenzando por la izquierda de la foto podemos observar la Peña Oroel -al lado de Jaca-, El Collarada -inmenso-, Peña Telera -donde vimos una flor de edelweiss-, Vignemale -en el Pirineo francés-.

Hacia el sur, aquí mismo ochocientos metros más abajo, está la zona de los barrancos por los que es más conocida la Sierra de Guara; esos meandros, esas cárcavas, esas filigranas geológicas, las dejo para las descripciones de otros montañeros, espeleólogos y aventureros. Nosotros continuamos, más altos que las águilas, respirando inmensidad en el Tozal de Guara.

Ya hemos comido. Que el espíritu libre y el alma serena se sustentan mejor con una buena cuchara repleta de calurosas viandas. Regresamos cabalgando sobre la línea de cumbres, alazán que nos lleva hasta los Llanos de Cupierlo: Lapiaz con numerosas dolinas… cualquier geólogo diría cien mil maravillas de esta extensión de varios kilómetros cuadrados. Yo me callo y permanezco asombrado aún ante este curioso terreno erosionado que produce una laguna de agua temporal.

Vista de los Llanos de Cupierlo.

Dejamos los Llanos de Cupierlo a nuestra derecha y bajamos “a tajo” hasta llegar al bosque; tal vez la suerte, o acaso la intuición, nos hicieron descubrir un sendero que nos hizo muy llevadero el entronque entre la loma sobre los Llanos y el camino de regreso.

Javier Agra

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