jueves, 19 de julio de 2012

PICOS DE EUROPA: ¿EL LLAMBRIÓN?


Duerme el Refugio de Collado Jermoso. Duerme, a esta hora de estrellas, con veintisiete palpitaciones de caminos soñados para cuando nos despierte el alba. Madruga la aurora en Picos de Europa y comienzan los veintisiete sonidos de botas y mochilas a dispersarse por diferentes laderas. Se han despertado las aves y se durmieron las estrellas.
 Grupo del Llambrión, visto desde el Refugio de Collado Jermoso.
Dejamos atrás la verde pradera. La mochila no pesa, ni las piedras, ni las cuestas pesan. Está el mapa dibujado en cada pisada que nos lleva montaña arriba, hacia el disfrute del instante presente: el tiempo de la montaña es siempre el presente, la respiración de cada pisada. Los montañeros sabemos que somos una cuerda delgada entre la infinitud y la nada y vamos tejiendo bajo nuestro calzado el momento glorioso  de la libertad aún enterrada y estamos dando forma de paz a esta tierra que llora desesperada. El futuro de justicia va naciendo, palmo a palmo, como nuestro camino en la montaña.
Hacia el Llambrión
¡Pies de fuego y de nieve! ¡Galopad amigos del tiempo! ¡Galopad hacia la cumbre de piedra! Miro a la cumbre como un enamorado impaciente, como un niño a los juegos que espera. Y Jose me recuerda que la paciencia es el caballo en que galopa nuestra jornada montañera. ¡Mira! – dice y señala hacia Tiro Callejo– por esa brecha se pasa hacia Cabaña Verónica; para nosotros es más complicado, tiene pasos que algunos libros describen como segundo superior.
Estamos en el Hoyo del Llambrión. Desde aquí se ve muy bien el paso del que me habla Jose; fíjate, lector, en el bocado de la derecha.
Ya hace un rato que seguimos el sendero de las marcas amarillas. El Hoyo del Llambrión es una inmensa canasta de frutas donde hace millones de años tenían los gigantes su postre fresco en todo momento. Actualmente la nieve abunda a estas alturas del verano, acompañado por la niebla y la baja temperatura de la zona. Nosotros no llegamos a gigantes y nos conformamos con quedar boquiabiertos ante la solemne ingravidez del conjunto de la Torre de la Palanca. Nuestro asombro es fugaz, ya estamos enfilando la canal por donde las marcas amarillas nos indican el camino a la cumbre del Llambrión.
Subiendo la canal
Subiendo la canal nos encontramos diferentes grados de dificultad. Nosotros comenzamos a pensar que el Llambrión, hermoso gigante perezoso, es un engañoso cuervo con plumas de golondrina. Pone bajo nuestros pies llambrias de áspero sudor, agarres de falsedad de nebulosa… Los montañeros ascendemos en el silencio de las cumbres…Quisiera contar a las inmensas rocas cómo es el sonido risueño del grillo en la mañana, cómo es la suave tersura de la sábana dormida, cuán dulce es la esponja en la ducha al despertar… pero la inmensa roca interrumpe nuestro sueño cuando nos falta poco para gozar de la fuente de la cima.
Hasta este punto hemos llegado, dos mil cuatrocientos setenta metros.
Jose y yo, decidimos que no es una derrota. Lo hemos conversado con el Llambrión, sentados sobre su regazo de poderoso atlante. El Llambrión nos envuelve con su manta de niebla y nube y nos manda camino de vuelta hasta el refugio. Tomaremos un café y continuaremos, montaña abajo, hasta Cordiñanes.
Javier Agra.   

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