miércoles, 7 de noviembre de 2012

TEJOS DE VALHONDILLO


Nosotros fuimos. Si quieres ir a ver los tejos milenarios de Valhondillo, aparca el coche en el kilómetro treinta y cinco y medio de la carretera que une el Puerto de Cotos con el monasterio del Paular. De allí sale una senda que baja hacia el río…

Las sombras de los árboles bailan entre nosotros mientras pasamos buscando la paz y algún sendero escondido; la naturaleza me ha dado la semilla del conocimiento y la luz de los caminos. Sombras y árboles son armonía de nuestros pasos esta mañana de iluminada montaña. Somos un grupo de aventureros… hoy parecemos más peregrinos tras la sabiduría de la tierra. Hoy no escalaremos otras cumbres que las del gozo y la unión armoniosa con cada palmo de la vida que bulle entre la maleza, camino de los tejos milenarios de Valhondillo.


Cobijado entre las sombras del valle del Lozoya se esconde un grupo de tejos…dicen que uno de ellos supera los mil quinientos años…dicen que está entre los tres más viejos de España… dicen que ha visto tantos fríos y tanta angustia que llora, durante la noche, agua salada sobre el río Angostura…dicen que ha visto tantos corazones enamorados y tantas esperanzas entusiasmadas que ríe, en las madrugadas, canciones y romanzas. Fríos no de nieve, no; con ese frío bien pueden los tejos de fiera corteza; lo no han podido superar en tantas décadas de vida son las caras ateridas por el miedo y la persecución…dicen que quedan pocos tejos en la sierra, en las naciones cercanas porque ha sido más fuerte el dolor que el consuelo…y dicen que estos permanecen como canto a la esperanza porque quieren contar a los humanos que más allá de las penas son canciones de vida florecida y de resurrección a la ilusión de una vida compartida.

La parada de la manzana bajo los milenarios tejos de Valhondillo.

Tejos de Valhondillo junto a las aguas antiguas de rumores añejos; sagrados tejos, sentados a la sombra de vuestros años quiero preguntaros por los siglos donde la sangre se vertía entre tus aguas con furiosa venganza; por los siglos en que la paz se hizo rezo en tus eremitas sombras de huertos entre las riberas milenariamente silentes de tus pupilas doradas, tejos de agua que marcan la pausada cadencia de mis pasos entre la luna y la esperanza; quiero preguntaros por el presente sin magia, de medicamentos y sueños terapéuticos, de deseos y frutos de vida eterna.

De entre todos los tejos de la zona, este es el más longevo.

Más allá de las frondosas riberas, de entre las peladas cumbres de la Cuerda Larga bajan cantándolos arroyos; nosotros somos navegantes de la naturaleza y entonamos himnos de humanos, perros, aves, vegetación y vida entre los que se llaman Valhondillo y Zorras, antes de unirse entre los helechos y los pinos en el río Angostura antes de que el Lozoya sepa su nombre. Volvemos a casa contando entre multitud de acebos mientras aves ponen los coros de musical brillo y llevan entre sus patas semillas y frutos variados porque han entendido que la vida en la montaña es convivencia y necesita tiempo y silencio para crecer entre el verdor, la luz y la paz.


Javier Agra.

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