martes, 1 de enero de 2013

PIPA: UNO DE ENERO. HOY CUMPLO MESES


Me llamo Pipa.

Algunas veces me repito a mí misma mi nombre pues la memoria de mi presente se me va con frecuencia al pasado en un juego de ida y vuelta. Así se me juntan los años vividos con las campanadas de año nuevo. Ahí fue, entre campanada y campanada, mientras comía los doce trozos de salchicha, cuando me hice consciente de lo grande que se me puede hacer este año que comienza.

Después vinieron los petardazos para recibir al dos mil trece y me acordé de mis compañeros perros. Porque a mí no me hacen daño en los oídos ni en el corazón esos terribles sonidos inventados por hombres ¿de escaso corazón?, pero me acuerdo de la cantidad de perros y otros muchos animales a quienes los sonidos estruendosos les agreden. Nosotros somos más amantes del silencio, pues es en ese momento cuando podemos respirar en común con la naturaleza entera; es en ese momento de pensamiento universal cuando unimos nuestro espíritu al espíritu común de todas las cosas.

Me llamo Pipa la abuela.

En el parque con el hombre al que paseo. La foto es de Indiana Forti, una gran amiga que tiene muy buenas fotografías (buscad  sus fotos por su blog y veréis que digo verdad) y muy buenas vibraciones con la vida.

Esta mañana – recién estrenados mis doce años y medio – salí como todas las mañanas a pasear y no conseguí ver ni la Sierra de Madrid, ni el más cercano Cerro San Pedro, ni siquiera el monte del Pardo – donde ayer paseé por espacio de tres horas y me percaté de que aún estoy fuerte –; la niebla vuelve a cubrir la ciudad por cuarto día consecutivo. Es como si el tiempo estuviera caminando a mi ritmo y le costara arrancar. Volví despacio hacia casa – ahora camino despacio para sentir más cercana la sintonía con la vida a mi alrededor – y me acerqué al rosal del patio de la vivienda común. Cuando le pregunté al oído cómo hace para tener siempre alguna flor en pleno esplendor – hoy tiene tres – me respondió que es una ofrenda de belleza permanente para que los humanos se sientan más queridos y arropados por la naturaleza, porque están demasiado presurosos y angustiados. Me comentaron las rosas que ofrecen su perfume y su color para que las personas se detengan, respiren y vean belleza en las pequeñas fuentes de vida, en los pequeños rescoldos de lumbre…

Me llamo Pipa. He llegado al año nuevo.

Javier Agra.

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