jueves, 15 de agosto de 2013

PICOS DEL MAMPODRE: ¡A LA CIMA DEL PICO CRUZ!

¡Parecen grandes lechugas!
Esas plantas poderosas de grandes hojas se llaman “Crepys pygmaea” – aclara Jose –; son frecuentes en estas montañas calizas como soporte en medio del roquedo.
Estamos a punto de superar la pedrera que nos deposita en el interior del corazón de los picos de Mampodre. Miramos de reojo la canal directa que sube hasta el Pico de la Cruz, para nosotros muy complicado, por aquí subirán sin duda, y sin dudar ellos, los rebecos de firmes patas y de agilidad confiada. A nosotros nos toca descansar un momento para admirar los Picos de Europa haciendo de hermosísimo retablo del abierto y feraz valle que está a nuestros pies bajo la cúpula del cielo azul en este templo de dimensiones infinitas que ante nuestros diminutos ojos parece ocupar toda la tierra.

Sentados sobre la roca, recién superada la pedrera, hacemos orgánico el saber que somos una parte entre los iguales en medio de la naturaleza que unifica humanos, animales, vegetales, minerales, agua, aire, tierra, fuego. Naturaleza múltiple que resumimos cuando contemplamos la palabra “vida”.


Ya estamos caminando entre la Peña del Mediodía y el Valcerrao. Habíamos leído que nos teníamos que pegar al Valcerrao para subir más cómodos, pero a estas alturas del verano la abundante nieve hace difícil la marcha…no importa…vamos haciendo camino al andar, saltamos entre los riscos pequeñas cumbres hacia arriba, siempre buscando la base de hierba que nos llevará al Collado de Valverde. ¿Acaso no hemos aprendido con los años que lo que sirvió una vez como seguridad puede necesitar alguna variante en otro momento? Aquí estamos Jose y yo ideando soluciones para superar peñascos y dificultades. Cada montaña se defiende y juega con los aventureros montañeros durante un tiempo, pone a prueba la paciencia antes de permitir el caluroso éxito.

La búsqueda de senderos, de soluciones, de futuro…necesita reposo y sosiego. Nosotros nos sentamos en esta hermosura de nieve y rocas, mientras sentimos palpitar el corazón del conjunto de los Mampodres en nuestro mismo palpitar, en el silencio de la brisa de la montaña.


Estamos superando las rocas, continúa la dureza de la subida; los prados verdes no son siempre alfombra de hierba, cuesta arriba necesitamos los pies, el palo, las uñas, la alerta de todo el cuerpo para ganar paso a paso los muchos centímetros que nos separan del Collado. ¡Lo conseguimos esta vez y nos alegramos por ello! Nos sentamos en el mismo verde que hace unos metros representaba sufrido esfuerzo, pero que se ha transformado en hamaca acogedora. Desde el Collado de Valverde, mientras mordemos lentamente la fruta de vigorizante frescor, contemplamos las bellezas cercanas y las distantes hermosuras; a esta altura de la montaña, la belleza cautiva todos los sentidos.

En esta fotografía, silencio y contemplación.


La fatiga en el rostro de los montañeros no oculta el brillo de la cara soñada tantas veces de las cumbres de Mampodre. Ahora que estamos llegando a sus escondidos secretos escuchamos sus palabras dormidas en el aire, desde sus diminutos cantos rodados a sus calizas grietas, desde las deformadas sienes de sus grandes rocas al brillo luminoso de sus tornasoles al mediodía. La cumbre, seca en su roquedo, nos habla de acequias torrenciales de las lluvias y de ventiscas invernales cuando trabaja en la soledad de las oscuras noches para formar siluetas, rostros, laberínticas sonrisas en el acceso final a la montaña; hoy acoge a los montañeros con abrazos de paz y silencio, con ojos de luz e inmensidad.



Pico de la Cruz, Olimpo del Mampodre por donde corretean los dioses y los hombres, los azores y los gorriones, escribe nuestro nombre bajo la sombra de otros héroes, pues venimos hasta ti desde las mesetas y los valles de las diferentes situaciones de la vida; llegamos olímpico Mampodre para llevar de nuevo el fuego a los humanos y la esperanza y los sueños y las palabras de aliento.


Desde la cumbre la contemplación se agranda hasta incluir a los montañeros en la misma naturaleza de la que formamos parte. Estamos viendo los valles de Maraña y los cercanos valles de León que entra en Asturias con los Picos Ten y Pileñes – buen par de peñes, Ten pa les cabres, Pileñes pa les oveyes –; los picos del fondo son vistas de Picos de Europa. ¿Acaso no merece la pena estar en las cumbres del Mampodre? Seguiré contando más sensaciones y otros momentos del viaje en sucesivos textos.


Javier Agra.

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