miércoles, 27 de noviembre de 2013

COLEGIATA DE CERVATOS, CANTABRIA

Los que paseamos por la montaña, aprendemos la filosofía del agua: no todas las aguas van al mar, pero sí parece que todas van a la vida…y no añado más conceptos porque entraría en el terreno filosófico, me quedaré cantando romanzas a los ríos que para eso es válida la poesía. Mi corazón soñaba apoyado en las piedras del pórtico de la Colegiata de Cervatos, mientras viajaba ausente por los montes de Reinosa a donde nos dirigíamos esta tarde de sol y sosiego.

Aquí estamos, absortos ante el tiempo, reviviendo antiguos siglos, despertando al románico que hiberna en la historia como el sedoso tejón que despierta a diario únicamente para alimentarse o como el escondido murciélago de abundante nutriente en su cuerpo que se pone a la fría temperatura del ambiente y resiste dormido lo que sea preciso; el dormilón mapache profundamente inmóvil durante su letargo en algún profundo hueco de árbol. Aquí estamos contemplando siglos de maravilloso canto gregoriano a la puerta de la Colegiata de Cervatos.



 Es el medio día, hora de cenit y de siesta. Pero el románico se ha despertado de pronto porque ha llegado el tiempo de la lucha y de la libertad; el románico pone su piedra en movimiento para llamar a las conciencias desde el pasado místico al futuro monástico de oración y trabajo. Es el tiempo de las ardillas y las abejas despiertas. Es tiempo de arrancar temores y cantar, desde el recogimiento, por un futuro de esforzada confianza porque se acercan tiempos de paz y libertad. Silenciosa espera a la sombra del pórtico románico de Cervatos mientras llega a mujer que va a abrir el templo solamente para que lo veamos dos personas. Solamente para nosotros que mañana estaremos subiendo a la cima del Tresmares. Pero así es el románico, capaz de esperar varios siglos en la soledad de una aldea y ofrecer todo su esplendor a dos viajeros entre curiosos y agradecidos.

¡Oh lomas cálidas de Cervatos, aldea de luz románica entre el río y la cumbre! Dejad que mi espíritu se despoje de las maletas de sobrecarga y entre a tu santuario con la alforja vacía para tomar entre tus frescos muros colores y dulzura. Mi ausencia vendrá conmigo, muros de Cervatos, y podré cantar silencios, ilusiones y esperanzas.

Seguramente durante aquellos siglos del románico, por estas tierras se cosió la cultura musulmana y cristiana en torno a las agujas del inicial río Ebro, lo mismo que se entrelazan la aridez de las tierras castellanas y los vegetales verdores de Cantabria. Aquí el río que dio nombre a Iberia unió diferentes culturas desde los ¿desconocidos? Iberos, a los griegos que por aquí fueron poco más que turistas, los asentados romanos que hicieron de estos lugares cruce de comercio y de calzadas. Mojé mis manos en las brevísimas aguas del brevísimo río –seguramente arroyo– Marlantes tan agradecido al castro romano y a la Colegiata románica.



El exterior de bellísimos canecillos y múltiples imágenes en relieve, fueron seguramente esculpidas entre martillos de canteros anónimos, tal vez alguna figurilla llegó con el vuelo de las águilas que se posaron a descansar y continúan hoy, después de novecientos años, dormidas en los muros románicos; el exterior vuelve al silencio cuando entramos bajo el tímpano mozárabe, vuelve al silencio nunca roto por los viajeros asombrados ante el bellísimo ábside que parece inventar juegos con columnas, contrafuertes y sillería de hermosura desbordante.   

Los tres cuerpos del interior conducen hacia el ábside del presbiterio emplazado hacia el sol naciente símbolo de Cristo, luz que inicia el tiempo definitivo; con sencillos y claros símbolos cristianos como las tres ventanas por donde entra la luz de las tres personas de la Santísima Trinidad o los tres pilares que sostienen la piedra del altar.



En su interior se conserva el coro con su viejo y silencioso órgano; imágenes de colorido románico; en su interior el recogimiento oracional del románico está a punto de hacernos olvidar que nuestro destino continúa más allá de esta placidez, el destino inmediato es la montaña que separa las aguas al Cantábrico, Mediterráneo y Atlántico, por eso se llama Pico Tresmares en la Sierra de Peña Labra. Tal vez la experiencia del final de nuestra biología no tiene el monopolio de la realidad y más allá de lo científicamente comprobado sigue algún apunte de realidad personal. Dejamos a la filosofía conversando con el románico de la Colegiata de Cervatos y continuamos hacia el hotel donde pasaremos la noche antes de nuestra marcha de montaña.


Ante esta imagen de la Inmaculada, casi como se esculpe según el primer versículo del capítulo doce del Apocalipsis de San Juan, me quedé tan anonadado por la hermosura del conjunto y cada una de sus partes de la Colegiata de Cervatos que no conseguí moverme durante largo rato, en el que me dio por pensar que la belleza como aspiración ideal será una amalgama bien conseguida de diferentes propuestas, seguramente será intemporal y universal pues, aún encarnada en cada espacio y tiempo, presenta la realidad no como es sino como debería de ser.

Javier Agra.

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