domingo, 2 de febrero de 2014

CHINCHILLA DE MONTEARAGÓN

Tal vez Chinchilla de Montearagón sea una canopia de culturas a través del tiempo. Seguramente desde la actualidad de cada persona y de cada momento resulta, el entorno en el que nos movemos, una mezcla hermosa de tiempos e historias del pasado. Conserva, este pueblo, un regusto medieval que le da vida a cada rincón sobre el que reposa la mirada del viajero.

Ahí está un despreocupado y absorto viajero contemplando la Mancha, hermosamente plana y coloreada de trigales y vides, cuando llega a sus ojos la cresta esbelta de Montearagón elevándose suavemente hasta ponerse la corona del castillo. ¿Cómo resistirse a entrar a recorrerlo con la adarga, la celada y la pluma? ¡Si ha esperado desde siglos, claro que puedes quedarte unas cuantas horas, no tengas prisa viajero, entra!

Desde lo alto de Chinchilla se ve La Roda, Almansa, Albacete, se ve la Mancha y la tierra toda.


Metidos en sus calles, parece que recorremos la felicidad de un tobogán inverso callejeando cuesta arriba en la cáscara inmensa de un caracol gigante hasta llegar inevitablemente al castillo que corona la cúspide de muchos altozanos de nuestros oteros. El sol se acompasa a nuestra lentitud del mediodía y nos relata las historias que, de otro modo, pasarían desapercibidas para nuestra relajada mente. Escucha, amigo mío, me cuenta: Montearagón no viene de la hermosísima región de Aragón, que transporta las aguas reunidas en el Ebro y sube hasta el montañoso Pirineo. Su nombre viene de la voz griega Arrago, que nosotros llamamos esparto muy abundante en esta comarca en otros tiempos. También hay quienes cuentan que el mismo Hércules puso los cimientos a este lugar setecientos años antes de Cristo, sobre los que más tarde construyeron los romanos la Vía Augusta.

¡Cuánto sabe el sol que nos muestra la bellísima Plaza del pueblo donde decidimos detener nuestros pasos y sobre todo sabe ser sol! Sentados en uno de sus bares, nos enteramos de la existencia de antiguos telares donde se tejían alfombras, pendones, tapices heráldicos y otras exquisiteces.



Paseamos entre recuerdos de lo que fueron baños árabes. Nos quedamos absortos con el que fue convento de Santo Domingo hasta la desamortización de Mendizábal. Sin movernos del lugar saltamos hasta el siglo dieciséis en la fachada del Ayuntamiento y recordamos historias de antiguas moradores de tan prestigiosa construcción. Historia épica y guerrera que ha dejado el pueblo de Chinchilla jalonado de blasones señoriales en portalones de desgastado presente donde en las noches de fuerte viento se reproducen rumores de antiguas peleas en invisibles recuerdos de tormenta.

El templo de Santa María del Salvador construido en el siglo quince, se alza sobre muros de la reconquista en tiempos del sabio Alfonso X aliado con el aragonés Jaime I (Chinchilla de Montearagón fue siempre un cruce de caminos, no siempre de pacíficos viajeros). Es de cabecera renacentista e interior barroco. En su interior conservan lo mejor que pueden un pequeño museo donde el pasado vive para cada persona que allí llega a descansar, allí la historia recuerda la Cruz de Roca sobre la que los Reyes Católicos juraron los privilegios de esta “Noble y Muy Leal Ciudad” en agosto del mil cuatrocientos ochenta y ocho; una de las mejores obras góticas de la comarca en la reja de la capilla mayor; conserva una hermosa imagen de alabastro de la Virgen de las Nieves a la que se atribuyen milagros y leyendas: es muy popular la que recuerda cómo unos niños se salvador de perecer ahogados porque una mesa les hizo de barca y les llevó en calma en medio de una terrible tormenta.



Nuestro acerbo popular tiene como dicho: “Otro loco hay en Chinchilla”. Cuentan que había en el pueblo un mozo que estaba o parecía estar loco; cuando llegaba algún forastero se ganaba su confianza y en un momento de descuido le aporreaba, la gente del pueblo rogaba al forastero tuviera caridad con el loco de Chinchilla. Pero un día se topó con un viajero que ya había sufrido esta experiencia en otra anterior visita, el viajero le siguió la broma y esta vez fue él quien aporreo al loco. Cuentan que llegó a la plaza magullado y gritando: ¡Otro loco hay en Chinchilla! Con este dicho se recomienda prudencia y precaución.

Nosotros subimos hacia el castillo, acaso acompañados por el espíritu de del rey Godo Suintila o Chintila quien dicen que conquistó aquí una Cincilia celta (que significa  ciudad de muros cortos). Atrás quedan empedrados musulmanes, atrás murallas, baños, conventos, atrás la nobleza del pasado; a nuestro lado camina el pueblo del presente que camina siempre hacia lo alto.



El castillo conserva, de su pasado esplendor, fosos y muros, con las almenas bien dispuestas y la fortificada puerta cerrada esperando un futuro donde dentro y fuera se viva la libertad, la vista hermosa de la lejanía infinita de la Mancha y la paz sin fronteras de la tierra toda.


Javier Agra. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario