viernes, 7 de marzo de 2014

SIERRA DE HOYO DE MANZANARES

La melancolía de la mañana era una respiración tranquila que bajaba desde el Picazo con ternura suave de encinas mientras nos calzábamos las botas entre la niebla y la luz amanecida. Sendero adelante – las encinas permanentes amigas colocan sus hojas a nuestra altura – vamos conversando entre nosotros, pero no tardamos en quedar en silencio para escuchar la conversación entre el tiempo y el paisaje: habla del invierno ya muy avanzado, del frío que se reviste en viento, de la nieve paseando allá arriba entre las lejanas cumbres del Guadarrama.

Pero hoy nosotros estamos entrando en la pequeña Sierra de Hoyo de Manzanares. La mayor altura que alcanzaremos serán tres metros por encima de los mil cuatrocientos. Y más alto…más arriba siempre está el pensamiento y la libertad que supera los límites de la palabra y del sistema métrico decimal. Esta pequeña montaña tiene su raíz hundida en el tiempo y en la eternidad de nuestros antepasados y su lucha por sobrevivir entre el antílope prehistórico, en busca del jabalí medieval, en el miedo de las guerras y en la búsqueda constante de la paz.

La Peña del Búho está entre el Picazo y el Cerro Molinillo. He aquí la Peña y el Búho.


Sobrepasada una valla “cierra caminos”, nos desviamos del sendero más amplio y nos tiramos hacia lo alto por sendas menores pero muy bien marcadas. Cuando llegamos a lo alto del Picazo ya estamos reconciliados con la vida y con la historia, al final admitimos que todos formamos parte troncal de la misma vida y sus circunstancias, nuestra raíz común es la cosmogonía que se hace pequeña entre la niebla que rodea nuestra marcha de esta mañana en que conversamos con las encinas y el jaral, con los pequeños roedores y el pedregal. Estamos siguiendo la senda de cumbres, los montañeros imaginamos primaveras de fuertes olores y colores abundantes.

A esta hora somos solitarios montañeros camino del Cerro del Molinillo; hace ya un rato nos cruzamos con dos personas y tres perros que bajaban corriendo cual jóvenes jinetes, como si quisieran ocultarse de alguna tormenta futura que no se presentará esta jornada que está marcada por la calma de este cielo opaco de niebla y lumbre amarillenta. La Sierra de Hoyo de Manzanares es un libro de páginas despiertas que se van rellenando con nuestras pisadas. Llegamos a la explanada sosegada y tranquila del Espartal…montañero apacigua el espíritu con la brisa que mece este mar de hierba, amansa tus prisas entre la pausa del aire que susurra silencios de luminosas hojas, haz nuevas tus emociones porque el alma palpita en estos rincones con respiración de eternidad, entra en la quietud... entonces podrás tocar el vértice geodésico del Espartal. Para subir hasta la cima – cuestión muy sencilla desde diferentes ascensiones – hay una escalera trabajada en la piedra que lleva hasta la cima. Nosotros, para aumentar la honrilla montañera, subimos dando un rodeo por la parte trasera (ni por esas se aumenta la dificultad).

En la cima del Estepar brilla el montañero entre sábanas de nube y versos de continuidad.


Continuamos en el visible sendero, entre la dicha y la niebla. ¿Qué más necesitamos que una senda, una encinas y la promesa de buen tiempo entre la ligera lluvia y el arco iris? Aquí acariciamos una encina, allí detenemos el paso para escuchar un ave que quiere primaveras; los montañeros sentimos estas caricias de la naturaleza y nos hacemos hoja con la hoja de encina, dichosa sabiendo que el ruido ignora su existencia. Llegamos ante la Silla del Diablo y nos detenemos a conversar con las encinas… Apenas sale el sol, los montañeros continúan sendero adelante siempre por la altura de la cumbre, a ambos lados los valles relumbran de tejados y soledad.

Como pisando sobre la niebla que se dispersa en sí misma, continuamos hasta llegar al Canto Hastial. Debajo de cada encina encontramos tanta filosofía y tanta vida oculta como en una pregunta de siglos ¡con cuánta nobleza han elegido las hojas su suave tumba al pie mismo de la madre encina! El Canto Hastial está detrás de Peña Covacha. Tres montañeros están corriendo por las cumbres buscando el Pico del Águila, se detienen un momento y podemos poner una fotografía de los dos montañeros juntos sobre la segunda altura de esta simpática Sierra de Hoyo de Manzanares. Nosotros, más despacio, encontramos el Pico del Águila.

El Canto Hastial está afeado por unas antenas que sin embargo son valiosas para los medios de comunicación y para nuestras conexiones modernas.


Los senderos para descender al valle están menos pisados, pero tampoco es posible perderse en esta armonía de sosegada hermosura. Escuchamos sonido de agua y nos acercamos a los arroyos buscando una cascada. Estos días de tanta lluvia, los arroyos parecen ríos donde siempre cantara el agua – cuando llegue el verano su silencio lo romperán las cigarras –. Cruzamos el Arroyo del Endrinal y poco más allá el Arroyo de Peña Herrera. No siempre se halla lo que se busca y a nosotros se nos escondió, pese a tenerla cerca, la Cascada del Covacho.


Decidimos pararnos en medio de la marcha para observar el movimiento de la tierra, del aire, de la luz, del silencio. Han pasado seis horas cuando nos acercamos al punto de partida en esta vuelta circular…nuestra vida camina al ritmo de la naturaleza…nuestro corazón late los mismos latidos de la tierra…nuestras pisadas son las pisadas de las raíces…


Javier Agra.

1 comentario:

  1. Bonita reseña´
    Lástima que sea la crónica de una excursión ilegal, realizada accediendo de forma no autorizada a una propiedad privada, transitando por caminos abiertos ilegalmente y no por los caminos establecidos para uso público, tal y como marca la Normativa de Protección del Parque regional de la Cuenca Alta del Manzanares.
    Como imagino que lo han hecho por desconocimiento a pesar de los carteles de Propiedad Privada y Coto Privado de caza que señalizan la finca, aquí les dejamos más información:
    http://fincalaladeraypicazos.blogspot.com.es/
    http://www.vivehoyo.com/vivehoyo/IrComercioDetalle.do?id=205

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