jueves, 12 de junio de 2014

HOYA DE PEPE HERNANDO

Como si fuera nuestra intención acariciar la vertiente sureste de Peñalara, hemos hecho un recorrido precioso construyendo idas y venidas por diferentes alturas. Laderas de poética fiereza suspiran bajo nuestra mirada, laderas de verde primavera en ebullición de vida y pureza. Las laderas de Peñalara son jardines de flores ágiles y de sorprendida vida en vuelo y armonía; silencio vegetal de ensoñación respirada pisada a pisada desde el Puerto de Cotos por la senda que apunta hacia la cumbre de Peñalara.



Quedamos hoy más bajos, por debajo del firmamento, por debajo de la vista de Dos Hermanas. Apunta un camino hacia el Refugio Zabala por donde entramos los montañeros entre murmullo de agua clara iluminada del verdor de la hierba en la madrugada. Al fondo la Laguna Grande, más arriba el viejo Refugio Zabala, dejamos a nuestra derecha la Laguna Chica henchida de risas y agua, espejo de la naturaleza y sus miradas; las aves que beben su agua nos miran y preguntan a nuestros pensamientos si estamos de paso o pretendemos destrozarlas. Las aves entienden que el valle es muy anchuroso y tiene espacio para todos; nos saludan con baile de picos y alas, antes de continuar bebiendo en el azul de la mañana.

Atrás quedaron Las Mesillas. Cruzamos el Arroyo de La Laguna y apuntamos hacia la Laguna de Los Pájaros, allí llegaremos dentro de un rato por un recóndito sendero poco transitado; de inmediato nos desplazamos ladera adelante a media altura en suave descenso siguiendo escondidos senderos y antiguos hitos. El paisaje es sublime, canta la música de la tierra en nuestra alma mientras descendemos ligerísimamente y casi flotamos entre las nubes del pensamiento y las ramas de la materia, somos búsqueda y libertad camino de la Hoya de Pepe Hernando.

Estamos en la Hoya de Pepe Hernando.

Detengo mis pasos y enciendo mi mente, camina delante de mí el sosiego reverente de los siglos. Estoy viendo un glaciar de hace diez mil años resguardado por dos morrenas donde crece en silencio el murmullo de los poemas, el rumor del sentimiento, el violín del tiempo, la dulzura de la paz, la orquesta de la luz y el fuego. En este lugar, el agua y el tiempo se hicieron verso y beso de un vuelo más allá de las dificultades y del tiempo.

El corazón enterrado de Pepe Hernando salió a nuestro encuentro y entre sollozos y suspiros nos relató sus antiguas cuitas de enamorado antes de que lo matara una navaja enemiga con cuchillada traidora entre la luna y rasante vuelo de un mochuelo que salió huyendo ante rumor de la sangre derramada. El corazón enamorado de Pepe Hernando, enterrado entre la hierba, continúa brillando en el agua que serpentea mientras se pierde en el pinar en busca de su caída.


Quietud.
La vida se vuelve pensamiento en estos valles de hermoso verdor silente.
Armonía de luz.
Palpitante aliento /sonrisa de los pinos
Pájaros y agua.
Silencio…
¡Ponte en marcha! La montaña inicia su llamada. Nos falta la subida más fuerte de la jornada. Salimos por la morrena que vemos a la derecha de la fotografía, buscando la zona más alta; durante un tiempo el sendero está perdido, permanece la dirección que nos llevará a encontrarnos otra vez con el sendero clásico camino de la Laguna de los Pájaros. Superamos matorrales de piorno y urz, llegamos a la loma de la morrena, salimos al sendero y dejamos a nuestra izquierda una cascada de agua estacional. La nieve hace juegos y brillos en esta primavera avanzada, esconde arroyos y música de ranas, retoños de vida en la Sierra del Guadarrama.                             

En la zona de Cinco Lagunas la nieve de esta primavera hace juegos y se mantiene activa.

Superamos la Laguna de los Pájaros, bulliciosa de humanos, y continuamos unos pocos metros en dirección al Collado de los Neveros. Pero enseguida salimos, ladera abajo, cruzando otros neveros, buscando el paisaje cercano a la Laguna del Operante. Nos detenemos un tiempo. En la montaña, beber agua es también respirar el entorno, alimentar el espíritu de las olas de paz de este mar de sosiego, es cerrar los ojos y soñar con todos los tiempos, remar con las alas del viento sin acertar a decir si el montañero está dormido o despierto.

Cerca de la Laguna del Operante se conservan escondidos neveros cuando ya la nieve se ha derretido en otros lugares.

El regreso nos condujo por senderos poco transitados hasta encontrar de nuevo la zona de las Cinco Lagunas. Desde allí sorteamos y saludamos a muchas personas, hasta alcanzar el Mirador de Javier desde donde se divisa la impresionante Laguna Grande de Peñalara. De nuevo bajamos hasta el Arroyo de la Laguna y disfrutando de la belleza del paisaje llegamos hasta Cotos. La belleza del paisaje queda impresa en el alma, con ella volvemos a la ciudad, a la vida, a construir la realidad soñada en las cumbres.

Javier Agra.     

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