martes, 26 de agosto de 2014

PIRINEOS 2014: IBONES Y CASCADAS



Espíritu en vuelo y pisadas certeras por diferentes rutas del Pirineo. Seguramente podremos resaltar multitud de hermosuras y vivencias, yo quiero recordar algunos ibones a los que siempre llamé lagunas hasta que ensanché el mundo, hasta que me hice uno con la naturaleza. Ibones, pues, en el Pirineo. Cascadas o saltos del río o breves juegos del agua que acarician piedras y valles entre las montañas.

Remanso musical en las Gradas de Soaso. 

Valle de Ordesa adelante, cuando los pinos y las hayas tienden risueños cantos para acompasar el paso descansado de los montañeros, el río Arazas añade aromas de agua que baila nombres y juegos. Más arriba llegan y se juntan (¿o salen y se diversifican?) diferentes senderos para ampliar la vista en el remansado Circo de Soaso. El mismo valle es melodía de violines y solo de marmotas que confluyen en la caída solemne de la Cola de Caballo donde los montañeros sueñan fantasías realizables de ascensión al Perdido y subidas a otros picos que superan tres mil metros.

Cola de Caballo.

Pequeño también, el río Caldarés, entrega a los montañeros armonía de cascadas e ibones en una interminable canción a la vida que los viajeros recuerdan para siempre en pequeños daguerrotipos impresos en el corazón y en el papel. Las cascadas del Pino y de Bozuelo… Más adelante, la Cascada del Fraile se desliza entre el sosiego libre de la amplitud de la piedra bajo el pacífico sol de la mañana; en su remanso beben las aves, las plantas, las cabras…
  
Cascada del Fraile y Cuesta del Fraile por donde subiremos hasta el Refugio de Bachimaña.

Más arriba, donde la montaña teje hilos de fatiga y de calma, continúan los misterios del agua. Los Ibones Azules entregan al valle sus aguas en una notable cascada que desparrama caminos entre flores y praderas. El corazón canta, los ojos se asombran y callan.


Desde el Ibón Inferior de Bachimaña observamos el Refugio de Bachimaña donde haremos noche en el silencio de la montaña. Caminamos senderos y pensamientos en la soleada mañana, para ascender a los Ibones Azules donde diferentes grupos de montañeros detenemos la marcha, este lago remansa la vida y sosiega el agua. Desde esta altura de la montaña observamos los Picos del Infiernos, Piedrafita, Vignemale…y con los ojos cerrados llegamos más allá de todas las tierras y más allá del mar.

Ibón Inferior Azul.

Camino del Garmo Negro, entre senderos nuevos, pinos viejos y antiquísimo pedregal, entregamos el pensamiento a la tierra y al viento en las orillas silentes del Ibón de Arnales donde las chovas beben sin miedo, donde las cabras rumian hierbas y tiempos. Pasamos los montañeros por estos lugares, sin relojes ni miedos, aspirando la profunda canción del silencio.

Ibón de Arnales

Sobre la cumbre del Garmo Negro, la montaña se hace sonrisa piadosa después de una jornada de esfuerzo. A nuestros pies, allá al fondo entre la nieve y el sueño los Ibones de Pondiellos quieren olvidar disputas sangrientas en muchos lugares y en todos los tiempos. Más allá contemplamos más ibones en las cuencas de Bachimaña y Bramatuero.

Desde el Garmo Negro estamos viendo los Ibones de Pondiellos, los cercanos Picos del Infierno con su inconfundible piedra blanca de mármol, más allá el Pico Balaitús que une Francia y España. Las montañas, las nubes, el agua, la tierra, la naturaleza que canta himnos de Paz.

Javier Agra.

viernes, 22 de agosto de 2014

PIRINEOS 2014: GARMO NEGRO



Habíamos pasado la noche en el cómodo y moderno Refugio Ibones de Bachimaña inaugurado en julio del dos mil doce. Esta mañana madrugamos, como es común en las jornadas de montaña, decididos a coronar los tres mil sesenta y seis metros del Garmo Negro. Es frecuente también rodearse de buenas compañías y amistades nuevas, hoy se había unido Francisco a nuestra lenta marcha.

En la puerta del Refugio de Bachimaña.

Así pués, los montañeros mañaneamos senderos. Agradecemos a los cuidadores del Refugio su buen trabajo en la colocación de hitos por este sendero nuevo hacia el Garmo Negro. Es conocida y muy comentada la subida a la cumbre comenzando desde el Refugio de Piedra en Panticosa. Desde el lugar de nuestra pernocta el recorrido es nuevo durante un largo trecho. Retrocedimos unos cuantos metros hacia la Cuesta del Fraile y enseguida encontramos la señal de desvío hacia nuestro objetivo, un buen hito junto a un pequeño pino nos introdujo hacia media ladera y ese fue nuestro rumbo, siempre con las altas peñas a nuestra derecha y la hermosura del valle abierto hacia la izquierda. A dos mil trescientos metros de altitud, los pinos carraspean sus últimos ejemplares entre la verde fronda de hierba, abundan los pedregales. Los montañeros estamos en medio de un espectáculo variable a cada paso.

El Refugio se va quedando, asentado en el horizonte, entre los sueños de la montaña. Los montañeros avanzan rumbos de cumbre.


Los montañeros avanzan subiendo siempre peldaños de montaña en busca del Ibón de Arnales. La montaña tiene peldaños que susurran palabras de aliento, la fatiga entra en los huesos y el apacible hálito de la montaña hace volar al espíritu en medio de la viva naturaleza. Paso a paso van los montañeros cargando de brisa entusiasta su mochila de los días venideros. La pradera aumenta su verdor, se cierra al fondo con una inmensa cortina de piedra, anuncio certero del Ibón en su hueco. Ahí espera, escondido y austero, el Ibón de Arnales que nunca duerme para tomar la forma del sueño de los montañeros

El Ibón de Arnales guarda en sus aguas los deseos de los montañeros.

Seguimos el poco trazado y bien señalado sendero hasta encontrar la ruta muy marcada del camino que asciende desde el Refugio de la Casa de Piedra. No somos los únicos que vamos por esta encontrada ruta. Allá arriba buscarán el Collado de Pondiellos los montañeros que continúen hacia los Picos del Infierno, pero antes admiramos la nieve acumulada en la Mallata Alta de Las Argualas, bien puede esta majada, que hoy acaricia a los montañeros, acunar rebaños de ovejas y de cabras.

Mallata Alta de las Argualas.

Las montañas tienen vida y caminos, diferentes opciones de acariciar sus cimas. Diferentes grupos de montañeros escogerán caminos diversos para el mismo objetivo. La Mallata Alta de las Argualas tiene varias salidas, como se puede observar en la fotografía de Jose (¡mira que ilustra bien nuestras rutas como gran maestro de montaña!); todas las subidas hacia el Garmo Negro pasan por un inmenso pedregal y alguna lengua de nieve que aconseja llevar crampones en todas las épocas del año.

Francisco, nuestro compañero de ruta está ya en el Collado de las Argualas. Nosotros, fuera de foco, aún estamos inmersos en uno de los neveros de la ruta de hoy.

Dice el diccionario que GARMO es un lugar accidentado, enriscado y de difícil acceso. Los montañeros aceptamos sin ninguna duda esta definición mientras subimos entre pisadas de duda y goterones sudorosos. Las horas han pasado entre ligerísimas nubes de agradable sombra, ahora la cima del Garmo Negro nos mira sin ojeriza pero con alguna otra prueba que superar. Se esconde entre la oscuridad amenazante de tormenta, suena a ventolera en su cumbre, nos manda resbaladiza mezcla de arenisca. Los montañeros nos acordamos de aquella canción de Chicho Sánchez Ferlosio: gallo rojo, gallo negro; y, mientras nos detenemos para un trago de agua, cantamos a nuestra cumbre: Garmo Negro, Garmo Negro, Garmo Negro te lo advierto no se rinde un montañero más que cuando lo echa el trueno.     

El Garmo Negro amenaza con rayos y centellas.

Los montañeros hemos llegado a la cima. El Garmo Negro sonríe dulzuras azules de abiertos cielos, nos muestra bandadas de chovas, nos permite comer en su cumbre.

Jose, Francisco y Javier han llegado a la cima. Los tres se abrazan, abrazan al Garmo Negro, abrazan a la naturaleza entera, abrazan voluntades de Paz…

Javier Agra.

martes, 19 de agosto de 2014

PIRINEO 2014: POR EL RÍO CALDARÉS ENTRE REFUGIOS.



Desde el Valle de Ordesa llegamos al Valle de Tena donde pasaremos otras jornadas montañeras. Dormimos la noche en el Refugio Casa de Piedra a pie de coche, en la zona de los Baños de Panticosa; estos baños están reformados con dudosa estética y cuestionable función. Pero estos montañeros no entramos por esas veredas. De modo que, aún temprano, salimos con destino al Refugio de los Ibones de Bachimaña de construcción reciente.

El río Caldarés es una corriente de sorpresas felices que nace en estas alturas que hoy pasearemos y aporta sus aguas al Gállego, poco más abajo, en el embalse de Búbal. El agua era una sinfonía desde el inicio de la Ascensión, dejamos los Miradores del Rey y de la Reina; de inmediato nos paramos a escuchar la orquesta de la Cascada del Pino donde nadan las sílfides en la madrugada.

Cascada del Pino.

Pero el Caldarés salta entre el roquedal y los pinos para que la subida no tenga un instante de monotonía. Se abre la visión hacia el cielo y sus azules brillantes para colocarnos entre senderos y miradores. El río se amplía ahora en la pequeña pradera de Bozuelo, el dulce sonido de su cascada detiene nuevamente a los montañeros que piensan que este pequeño río merece un mayor espacio en la geografía y perfectamente puede ser una jornada de asueto entre refugios para quienes quieran iniciarse en este asunto de pasear montañas.

Cascada de Bozuelo.

Durante algunos tramos, han colocado un cable al lado del sendero como ayuda de mérito para quienes vamos montaña arriba. Con estos entretenimientos, se ensancha el vallecillo en los laterales del río. La Cascada del Fraile es sosiego del agua, y acaso se llame así porque su música es una oración trabajada entre la cantera de la vida y el espíritu que baila en la antiquísima piedra tallada. La vida se expande, el espíritu se agranda hasta tocar el cielo con una mano con la otra amasamos la paz de la tierra.

Cascada del Fraile un mes de agosto cuando disminuye el agua.

El desnivel explota en la Cuesta del Fraile. Monte arriba, monte abajo grupos de montañeros se cruzan, se saludan, se cuentan leyendas y prosiguen adelante sus sendas. Poco menos de seiscientos metros desde el Refugio de la Casa de Piedra está el Refugio de Bachimaña. Los montañeros pasarán aquí la noche, pero es temprano. Dejan la mochila y continúan la marcha hacia los Ibones Azules. Estamos superando el Ibón Inferior donde aún permanece el viejo Refugio que fue antes casa y almacén de apoyo a estos ibones aprovechados para la energía eléctrica, después vendrá el Ibón Superior de Bachimaña.

Ibón Superior de Bachimaña con su isla donde las ovejas quedan aisladas entre su soledad y el verdor dulce del agua.

Dudamos si seguir camino hacia los Ibones de Bramatuero pero nos decidimos por los Ibones Azules siguiendo el Caldarés hasta llegar a ver los Picos del Infierno. Tiempo de fotografías, de respiraciones, de sueños en este final de mañana de azules aguas y sosegados pensamientos. El río toma a su antojo el valle y canta con cien mil voces de agua que suenan unidas en un solo corazón, los montañeros piden permiso al agua para encontrar senderos secos; los dos montañeros saben que las señales del PR van a la derecha del valle, pero ellos siguen por la izquierda del cauce entre hitos de piedra e intuición acunada en el tiempo.

Picos del Infierno y Pico de Piedrafita, desde el Ibón Azul Inferior.

Desde aquí las vistas son una melodía de música sonora. Desde aquí el corazón se agranda hasta más allá de todas las fronteras, donde la paz se llora, donde la libertad apenas apunta una invisible raíz germinando semilla bajo la tierra. Desde aquí aguardamos una tierra nueva.

Otra vista desde el Ibón Azul inferior, con el Vignemale al fondo como una ola que extiende horizontes sin límites, cumbre a cumbre y valle a valle entre las palabras libres y los pensamientos hermanos.

Javier Agra.  

domingo, 17 de agosto de 2014

PIRINEOS 2014: FAJA DE PELAY



En los parajes sublimes del Pirineo, el montañero tiene tentaciones de quedarse absorto trescientos años observando y absorbiendo relajada paz, hermosura cambiante, como un moderno Virila. Pero cualquier jornada exige largas caminatas y el tiempo de luz, aunque amplio en verano, es limitado. De modo que salimos del Refugio de Góriz, con ánimo de llegar al autobús de Ordesa, antes de las nueve y cuarto de la tarde, que sale el último hacia Torla.

La Cola de Caballo es el límite que separa a los aventureros paseantes de los montañeros. Vista desde la Faja de Pelay.


Desde las paredes del Circo de Soaso, antes de bajar a los Llanos, volvemos por la Faja de Pelay. Hoy ya llevábamos varias horas de marcha, pero queríamos admirar el valle desde su altura. El camino está muy bien marcado, de inmediato nos encontramos camino adelante entre la fronda de pinos que nos acompañarán toda esta ligera subida. Pero ¿qué es el tiempo para estos montañosos valles? Desde la era secundaria, allá por el Mesozoico y durante el terciario Cenozoico llevaba el antiquísimo mar preparando su subsuelo tectónico para estallar en esta complicada hermosura de orografía alpina que se formó hace más de treinta y cinco millones de años. Imaginar el ímpetu constructor de la tierra es fortaleza para continuar con nuestra breve marcha por la montaña.

Alturas del Valle de Ordesa.

Los montañeros saludamos a las plantas del lugar: la vistosa caléndula a la que se llama corona del rey; la resistente oreja de oso que asoma entre los huecos de las rocas y dicen que es una planta revividora pues vuelve a brotar cuando parece que ya no tiene vida. Los lirios de la montaña, altaneros narcisos, bulbosas merenderas que ofrecen su azulado brillo en insólitos paisajes. Bajo nuestro camino, los pinos y las hayas de frondosa iluminación multicolor que iluminan de múltiples farolillos esta hora de la tarde.

Abajo en el valle, el río Arazas cuenta canciones de agua y cascadas. Arriba las cumbres se ensanchan en el Circo de Cotatuero, las cumbres dibujan la Brecha de Rolando y aún nos parece escuchar al caballo relinchar antes de saltar sobre sus perseguidores y romper el muro de piedra con su espada Durandarte. A su derecha están los Picos del Casco y la Torre. 

Circo de Cotatuero con la Brecha de Rolando, el Casco y la Torre.

Diversas familias de águilas desafían las cumbres y sobrevuelan silenciosas sobre invisibles presas que se dibujan en sus pupilas y nosotros, cansados montañeros, no acertamos a ver aunque nos detenemos con ánimo de encontrar comadrejas, marmotas o algún animal para poder asombrarnos con la vista de animales igual que estamos extasiados ante las plantas. Una pareja de acentor ha entendido nuestro deseo y revolotea en nuestro rededor a sabiendas de que somos amistosos montañeros sin ánimo de agraviar su ondulante ir y venir.

Mirador de Calcilarruego.

La marcha por la Faja de Pelay concluye en el Mirador de Calcilarruego. Una parada para contemplar las praderas que bajo nosotros acogen multitud de paseantes en el lugar al que llega el autobús, para observar el esplendor del Circo de Cotatuero y el Valle de Ordesa que, desde esta altura, se pierde en alguna curva previa al Circo de Soaso entre las cascadas y las hayas. Un techado refugio de madera nos grita ¡Quedaos! ¡Quedaos! Pero los montañeros sabemos que es necesario continuar, la luz del día aún aguanta y nuestras fuerzas siempre se regeneran hasta donde sea necesario.

La Senda de los Cazadores es de notable dureza, más de seiscientos metros de empinado desnivel nos pondrá en las praderas de Ordesa. De modo que comenzamos el descenso, con voluntad y calma. La Senda de los cazadores es dura, pero también se termina. En la montaña aprendemos a tener paciente calma, también la dureza de la vida tiene final. En este caso el final fue feliz.

Javier Agra.