viernes, 22 de agosto de 2014

PIRINEOS 2014: GARMO NEGRO



Habíamos pasado la noche en el cómodo y moderno Refugio Ibones de Bachimaña inaugurado en julio del dos mil doce. Esta mañana madrugamos, como es común en las jornadas de montaña, decididos a coronar los tres mil sesenta y seis metros del Garmo Negro. Es frecuente también rodearse de buenas compañías y amistades nuevas, hoy se había unido Francisco a nuestra lenta marcha.

En la puerta del Refugio de Bachimaña.

Así pués, los montañeros mañaneamos senderos. Agradecemos a los cuidadores del Refugio su buen trabajo en la colocación de hitos por este sendero nuevo hacia el Garmo Negro. Es conocida y muy comentada la subida a la cumbre comenzando desde el Refugio de Piedra en Panticosa. Desde el lugar de nuestra pernocta el recorrido es nuevo durante un largo trecho. Retrocedimos unos cuantos metros hacia la Cuesta del Fraile y enseguida encontramos la señal de desvío hacia nuestro objetivo, un buen hito junto a un pequeño pino nos introdujo hacia media ladera y ese fue nuestro rumbo, siempre con las altas peñas a nuestra derecha y la hermosura del valle abierto hacia la izquierda. A dos mil trescientos metros de altitud, los pinos carraspean sus últimos ejemplares entre la verde fronda de hierba, abundan los pedregales. Los montañeros estamos en medio de un espectáculo variable a cada paso.

El Refugio se va quedando, asentado en el horizonte, entre los sueños de la montaña. Los montañeros avanzan rumbos de cumbre.


Los montañeros avanzan subiendo siempre peldaños de montaña en busca del Ibón de Arnales. La montaña tiene peldaños que susurran palabras de aliento, la fatiga entra en los huesos y el apacible hálito de la montaña hace volar al espíritu en medio de la viva naturaleza. Paso a paso van los montañeros cargando de brisa entusiasta su mochila de los días venideros. La pradera aumenta su verdor, se cierra al fondo con una inmensa cortina de piedra, anuncio certero del Ibón en su hueco. Ahí espera, escondido y austero, el Ibón de Arnales que nunca duerme para tomar la forma del sueño de los montañeros

El Ibón de Arnales guarda en sus aguas los deseos de los montañeros.

Seguimos el poco trazado y bien señalado sendero hasta encontrar la ruta muy marcada del camino que asciende desde el Refugio de la Casa de Piedra. No somos los únicos que vamos por esta encontrada ruta. Allá arriba buscarán el Collado de Pondiellos los montañeros que continúen hacia los Picos del Infierno, pero antes admiramos la nieve acumulada en la Mallata Alta de Las Argualas, bien puede esta majada, que hoy acaricia a los montañeros, acunar rebaños de ovejas y de cabras.

Mallata Alta de las Argualas.

Las montañas tienen vida y caminos, diferentes opciones de acariciar sus cimas. Diferentes grupos de montañeros escogerán caminos diversos para el mismo objetivo. La Mallata Alta de las Argualas tiene varias salidas, como se puede observar en la fotografía de Jose (¡mira que ilustra bien nuestras rutas como gran maestro de montaña!); todas las subidas hacia el Garmo Negro pasan por un inmenso pedregal y alguna lengua de nieve que aconseja llevar crampones en todas las épocas del año.

Francisco, nuestro compañero de ruta está ya en el Collado de las Argualas. Nosotros, fuera de foco, aún estamos inmersos en uno de los neveros de la ruta de hoy.

Dice el diccionario que GARMO es un lugar accidentado, enriscado y de difícil acceso. Los montañeros aceptamos sin ninguna duda esta definición mientras subimos entre pisadas de duda y goterones sudorosos. Las horas han pasado entre ligerísimas nubes de agradable sombra, ahora la cima del Garmo Negro nos mira sin ojeriza pero con alguna otra prueba que superar. Se esconde entre la oscuridad amenazante de tormenta, suena a ventolera en su cumbre, nos manda resbaladiza mezcla de arenisca. Los montañeros nos acordamos de aquella canción de Chicho Sánchez Ferlosio: gallo rojo, gallo negro; y, mientras nos detenemos para un trago de agua, cantamos a nuestra cumbre: Garmo Negro, Garmo Negro, Garmo Negro te lo advierto no se rinde un montañero más que cuando lo echa el trueno.     

El Garmo Negro amenaza con rayos y centellas.

Los montañeros hemos llegado a la cima. El Garmo Negro sonríe dulzuras azules de abiertos cielos, nos muestra bandadas de chovas, nos permite comer en su cumbre.

Jose, Francisco y Javier han llegado a la cima. Los tres se abrazan, abrazan al Garmo Negro, abrazan a la naturaleza entera, abrazan voluntades de Paz…

Javier Agra.

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