lunes, 29 de septiembre de 2014

HUECO DE LAS HOCES EN LA PEDRIZA



Estamos entre las intrincadas inmensas rocas de la Pedriza. De pronto, a nuestro alrededor, se hace silencio y podemos guardar en el corazón el secreto misterioso de la palabra.

Septiembre se está acostando entre sus sábanas de viento y luz, abre la ventana al otoño. Los montañeros han llegado a Canto Cochino para subir hasta las faldas del Yelmo. Sobre el Manzanares cruzamos el puente de madera ¡tantas veces nos hemos saludado! Conocemos el camino que nos lleva a nuestra derecha hacia la pequeña pradera, bajo el mismo pino silente en medio del sendero recordamos que es nuevo cada día aunque sea siempre el mismo. Otro puente sobre diferente arroyo y emprendemos camino hacia la izquierda; hasta aquí montañeros y paseantes tenemos el mismo asombro en el común sendero.

Enseguida subiremos la empinada cuesta junto al Cancho Losillo en plácido paseo, notamos que el inicio está preparado para animar la subida que va paralela al arroyo de los Huertos. Hemos llegado al barranco de los Huertos, dejamos abajo la amplia explanada y buscamos con calma y sosiego el sendero que merodea el arroyo y nos llevará hasta Hueco de las Hoces. Por aquí quedan señales de lo que fueron unas marcas moradas, ¿hemos dado con el sendero?

Metidos ya en el Hueco de las Hoces, pasamos bajo este hermoso arco de piedra.

A nuestra izquierda asoma un vivac de proporciones hermosas. Estamos en el sendero, estamos en este gran misterio de la dureza y de la roca donde acaso alguna vez conversaron el volcán y las estrellas antes de hacer camino la ancestral palabra de la historia. Hacia adelante buscando la profundidad del tiempo y de la nieve, buscando el misterio enterrado en la memoria antigua de la raíz y de la piedra.

Cabras.
Animales que reptan su libertad entre el follaje.
Aves.
Y yo arrastrando mis días montaña arriba.

El Elefante del Yelmo sale a buscarnos, de entre la niebla.

Dejaré a mi espíritu que se cuele feliz entre los huecos limpios de estas ignoradas peñas para volver a buscarlo algún día cuando mi sueño sea hermano sin tiempo de esta Pedriza nueva y siempre inmensa. Montaña arriba, el Hueco de las Hoces se encajona entre formas rocosas; a la derecha el Elefante del Yelmo, a la izquierda el Pan de Kilo. Los montañeros tenemos fantasía, queremos dar la razón a quienes pusieron estos nombres, detenemos la marcha y contemplamos hasta que observamos la trompa y un ojo ¡y la boca! ¡¡y una oreja!!

Pasadizos en las rocas han preparado un triunfal arco a nuestra marcha; gateamos unos metros para superar este laberinto de intrincada roca; los montañeros se sueñan con alas entre muros y alturas, pero como no tienen alas caminan despacio y conversan con la arena; los montañeros sienten la necesidad de sentarse a conversar con el silencio de la roca. 

Hueco de las Hoces. Al fondo el Yelmo, delante el Elefante.

El collado de las Hoces. A nuestra derecha el Yelmo. A la izquierda la Bola de San Antonio. Los montañeros nos sentamos entre la vegetación y la roca para un ligero yantar. El regreso será una muy frecuentada y muy conocida  bajada por el Collado de Encina hasta la Gran Cañada, los Huertos y Canto Cochino para cerrar la mañana y traer el alma libre a la ciudad que sueña arenas con vuelos de paz y de Pedriza.


Yo, Javier Agra, soy un loco que me detengo a conversar con siglos de piedra.

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