martes, 2 de diciembre de 2014

OTOÑO 2014



Disculpad, amigos míos que sean breves mis palabras sobre este otoño de nieblas de cristal que han pasado por mi ventana y por mis huesos, no es que sienta la tristeza como el aroma del sarmiento viejo, no es que salten sobre mis sienes las hojarascas amarillas que bailan sueños entre sus vuelos; no es que mis ojos se inclinen buscando oleajes rotos del océano entre los violines del misterio; ni siquiera esté observando a los caracoles lentos trepar más allá del tiempo buscando las puntas verdes de los cipreses.

Disculpad la brevedad de mis palabras entre la pulpa blanca de las cebollas y el llanto, de la ensalada rápida sin condimento porque se termina el día y el sol alumbra el último tren que se pierde sin viajeros en las vías de la curva del monte, como si necesitara el último estertor de las hojas caídas con el estruendo de la tarde entre la ventisca del arroyo sediento, asustado por el aullido quedo del lobo buscando carne antigua entre las raíces brunas de las urces más allá del olor del último pueblo.

Por la madrileña Pedriza existen recónditos rincones de ensueño. Este que aquí veis es el Collado de La U cerca del Collado de La Ventana, abierto a la Esfinge y a La Cuerda Larga al fondo.

Amigos míos, mis palabras han de ser breves en este avanzado otoño como cartas antiguas escritas por unos ojos ocultos entre misteriosos cuencos; como años umbrosos en cárceles desconocidas donde sufren las gentes sin tierras que viven entre las balsas del agua hacia lugares de propaganda sin sueño, entre los alambres de saltos buscando comida, entre las largas marchas con el deseo de encontrar tierra y cobijo lejos de las balas; como tiempo sin segundos, chaquetas sin bolsillos, zapatillas sin cordones, latidos sin corazón, respiración sin aire, rostro sin mirada…

Brevedad de mis palabras en esta tierra de baldosas y paredes, tierra baldía y sin aromas; en estas calles de cemento y sirenas donde se han escondido las luciérnagas y las rosas; en estas puertas con cerrojos de tres vueltas y carteles de “no pases” donde ya no hay niños jugando ni reflejo de estrellas; en estos comercios de bocas abiertas con dientes de oro para masticar los sueños de las madrugadas y de los cuentos; en esta vorágine urbana que ha olvidado el paseo lento entre los cantos de los pájaros.

La Bota en la Pedriza de Madrid, cerca del Miradero.

Brevedad del otoño sin palabras; pregunté a mi corazón por los salmos de la esperanza y del entusiasmo; pregunté a mis ojos por la claridad del sol y del mar de Zuloaga; pregunté a mis recuerdos por la música orquestada y el violín múltiple de Paganini; pregunté a mi palpitación sanguínea por la poesía antigua por la nueva y por el glorioso Quijote; pregunté por los creadores de todos los tiempos y por la filosofía que construyera Platón; pregunté a mi alma por el arte de todos los tiempos y por el silencioso Marcel Marceau; pregunté…

¿Qué será de nosotros si se muere el mar y los caminantes golpean a las estatuas; si los payasos arrancan la raíz de las flores y los marineros no vuelven a calafatear sus barcas? ¿Qué será de nosotros si nos movemos a golpe de reloj y de sirena de fábrica, si los poetas se comen los libros y los que agrandan las notas pisan las partituras? ¿Qué será de nosotros si volvemos a hacer mármol y piedra la sonriente escultura, si arrancamos el brillo del alba con tantas luces  que no sepamos de qué color es la naturaleza?



Dispensad amigos que sean breves mis palabras sobre este otoño. Si no escribo más es porque voy a salir a la vida a conversar con los árboles que se presentan sin hojas pero sonríen porque su desnudez es una cara limpia para llenarse de nueva vida, para que las aves vean y decidan dónde quieren poner sus nidos nuevos; si no escribo más es porque voy a salir a conversar con esta noche de otoño que tiene todos los brillos de sueños nuevos para construir jardines de rosas que sobrevivan al miedo; si no escribo más es porque salgo al parque a conversar con los perros y los animales que saben que el otoño tiene violines de agua entre las raíces del tiempo y está acunando una hermosa orquesta con todas las músicas de la luz y de los corazones; si no escribo más es porque salgo a conversar con las montañas que metamorfosean la niebla en nieve y en luz, se extienden, respiran y anuncian la PAZ.

Javier Agra

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