jueves, 26 de febrero de 2015

SIERRA DE HOYO DE MANZANARES: LA TORTUGA



Las nubes cubren las sierras más altas del Guadarrama, de modo que elegimos regresar a la guapa Sierra de Hoyo de Manzanares. Llegamos al pueblo que da nombre a la Sierra, en la urbanización del Picazo, bajo una encina cercana al depósito de agua. A las ocho de la mañana, los sábados aún está solitaria la naturaleza, los montañeros entregan su primer despertar a la tierra mientras se esconden los conejos y los ciervos.

El gran roquedo de granito de El Picazo, lleno de vida por las graciosas dedaleras, es la primera cumbre que encontramos y bordeamos, obligados por una valla metálica para preservar el entorno de predadores humanos. El sendero está muy bien marcado, la marcha de los montañeros es gozosa, el reducido desnivel permite la conversación sin aumento de fatiga… yo prefiero caminar en silencio conversando con la multitud de encinas, los escondidos enebros, los pequeños cantuesos o los milenarios tomillos.

Al lado del sendero encontramos este vivac ante el que nos detenemos llevados por la curiosidad; probablemente no resulte necesario salvo en extrañísimas circunstancias, pero es un buen reposo para aventuras diversas, incluso para optar por una temporada de vida anacoreta.

Dejamos atrás la Peña del Búho, subimos hasta la Peña del Molinillo…en este momento del recorrido ya estamos familiarizados con el granito y sus microdioritas que no saben vivir independientes o no se han acostumbrado y necesitan ir del brazo de rocas más abundantes. Así llegamos al pequeño prado (acaso sueña con llegar a ser nava para transformar sus juncos en pasto verde) de El Estepar, la cumbre más alta de esta Sierra con mil cuatrocientos tres metros. Aquí empiezan los montañeros a pisar nieve, aquí el viento se ha mudado en huracano tifón que barre la montaña entre bramidos y carcajadas.

Los montañeros aguantamos en la cima de El Estepar (también llamado La Mira), mientras las nubes se aprietan con furiosa amenaza.

El sendero está cubierto de nieve, de sosiego libre de encinas, de jaras dormidas; la sierra conserva entrañas de siglos, ofrece a los montañeros añosos despojos. La fotografía siguiente es la ruina de la Torre de La Mira que aún resiste el tiempo desde que por aquí estaba asentada la España árabe; entre los siglos nueve y once esta Sierra de Hoyo de Manzanares era lugar estratégico de vigilancia y ¡ay! batallas y sangre. En otro lugar, apartado de nuestra ruta, está la Torrecilla. Ambos son torreones por su forma rectangular, la Atalaya tenía la misma función de vigilancia y su forma era circular. En otro momento escribiré sobre esas diferencias (o tal vez no escriba)

Los montañeros rumian pasado ante las ruinas de la Torre de la Mira.

Estamos viendo La Tortuga. Aquí tenemos que ejercitar la paciencia y bajar dejándola a nuestra izquierda. Cuando estamos situados frente a su cabeza…

… Más allá aún de lo que indica esta fotografía, encontramos un sendero empinado que nos deja, allá arriba, junto al pétreo caparazón. La última subida es lo más dificultoso de esta jornada, el corazón de los montañeros late al mismo tiempo que la tierra, late con la roca que araña y acaricia entre la duda del regreso y la osadía de los últimos pasos, bajo nuestra mirada miles de encinas y pequeñas plantas nos alientan, sobre nosotros el buitre llama a culminar en lo más alto la jornada…

… Y aquí estamos, Jose y yo, apoyados ya sobre la cima.

Javier Agra.

miércoles, 18 de febrero de 2015

SIERRA DE ALMENARA (III), GUADARRAMA



Cima del Pico de Almenara. Vista hacia la Estación de seguimiento espacial de Robledo de Chavela.

Desde la cima del Pico de Almenara, el mundo pierde sus fronteras. 

La llanura castellana se extiende y forma un círculo infinito cosido en el lejano cielo. Nieve suave, nubes breves sueñan reposada paz, la siembran y la expanden entre las encinas y los prados más allá de las tapias y las cercas. ¿Quién puede decir dónde empiezan los olivos andaluces, los almendros de Aragón, las murcianas huertas…?
Desde la cima del Pico de Almenara, el mundo pierde sus fronteras.

He cerrado los ojos un instante y llegué a ver el níspero de China y la pitahaya que nació en Perú, el boliviano charichuelo, el lichi de Madagascar, el panapén de la India… infinidad de olores se mezclan en el revuelo de la imaginación cuando me siento sobre la nieve recién posada con dulzura en la cumbre. Se pierden las fronteras. De nuevo, con los ojos abiertos, contemplo la llanura castellana que se ha revestido de universo y se transforma en baile y regocijo sin fronteras.

Cerca de iniciar la última subida hacia la cumbre del Pico de Almenara.

La montaña conversa silenciosa amplitud. 

Me detuve en medio del sendero para decir a las aves que su vuelo es cierto porque solo ellas saben si están yendo o vuelven. Conversé con el vendaval para que me dijera cuál era su dirección y cuál su aposento. Allá donde llegan las aves y el viento, toman de la tierra su sustento, respiran y surcan otra vez la libertad del cielo. 

Y yo, inmóvil en medio del sendero, decido caminar hacia la cumbre que está a mi espalda porque la cumbre del Pico Almenara es mi objetivo inmediato. 

Cuando regrese de la cumbre habré puesto en la mochila un mapa sin fronteras.

Javier Agra.

domingo, 15 de febrero de 2015

SIERRA DE ALMENARA (II), GUADARRAMA



Cuento que la montaña de la que converso en estas entradas está en el extremo oeste del Guadarrama, porque Almenara es también un hermoso lugar de Cuenca (Puebla de Almenara) que incluye una bonita sierra del mismo nombre; Sierra de Almenara en Lorca; Pico Almenara en la Sierra de Alcaraz, provincia de Albacete; además de ser un topónimo presente por toda la geografía.

Desde la cima de Almenara, bailan cúmulos en el azul del cielo; diversas cumbres de la pequeña Sierra de Almenara, antes de posar nuestros ojos en las Machotas; más allá Guadarrama entre la nevada y la sorpresa; bajo nuestras montañas, el valle llega hasta el pueblo de Robledo de Chavela.

Un breve recorrido del GR 10, es el camino que une el pueblo de Robledo de Chavela y la Ermita de Nuestra Señora de Navahonda distantes unos once kilómetros, con frecuente trasiego de gentes que allí llegan entre la devoción, el turismo y la curiosidad (¿acaso curiosa casualidad?). Celebra su romería el domingo de la Santísima Trinidad muy a final de mayo o metidos ya en junio. Allí llegamos los dos montañeros a nuestro regreso del Pico de la Almenara; allí reposamos a tomar una frugal colación sentados a una mesa entre el verdor de la hierba y la calmosa conversación de las encinas; allí detuvimos nuestro paseo en la ermita y su entorno.

Interior de la Capilla del Humilladero. Ante la piedra del fondo, cuenta la tradición que decidieron las caballerías detenerse; toda la comitiva entendió que la imagen de la Virgen debería regresar a la cercana ermita.

De regreso, próximos ya a la Ermita, hicimos parada en la capilla del Humilladero, donde las caballerías que transportaban la imagen de la Virgen hacia Segovia detuvieron su camino y se negaron a continuar; interpretaron los habitantes de aquellos lugares que Nuestra Señora prefería permanecer en el lugar donde había permanecido escondida algunos cientos de años y donde la había encontrado un pastor. Parece que la había llegado a Segovia desde Sevilla, para liberarla de tierras sarracenas; allá en los inicios del siglo doce las crueles fechorías de un terrible conde segoviano enojaron tanto a la Virgen que su imagen fue a refugiarse al lugar donde hoy se venera. Enseguida pretendieron recuperarla los segovianos y ocurrió el suceso del Humilladero: allí se humillaron de hinojos, caballerías y humanos, ante la imagen de la Señora.

Ermita de Nuestra Señora de Navahonda; en primer plano, la cruz del humilladero.

El Pico Almenara queda monte arriba en línea recta con la Ermita, acaso con mucho esfuerzo se conseguiría hacer una subida directa pero el sendero tiene muy bien marcado el camino por donde conté en la anterior entrada. Entre granito y encinas se construyó el templo que ahora contemplamos, durante la segunda mitad del siglo diecisiete en un barroco sencillo, con pórtico sostenido por cuatro columnas. Aparte de cualquier consideración artística que se pueda expresar, es un lugar de sencilla y firme construcción, porque está realizada por firmes convicciones de personas sencillas.

Desde la Ermita de Navahonda, en línea recta hacia el cielo, podemos ver la cumbre de Almenara; las encinas dirigen la mirada hacia lo alto donde asoman el vértice geodésico y la torreta de las señales. ¡cuán amplia es la gama de colores en una sierra de encinar!  

Su interior tiene un retablo también sencillo, el centro ocupado como en cualquier retablo por la caja hornacina de la imagen serenamente sonriente de Nuestra Señora de Navahonda. A sus lados destacan dos imágenes de santos perfectamente identificables y que yo, torpe incauto, no tuve la precaución de escribir en mi cuaderno de apuntes que llevo conmigo desde la infancia (he cambiado de cuaderno varias veces) cuando el maestro de la escuela de Acisa nos enseñó que era prudente llevar siempre un papel y un lapicero en el bolsillo ¡por si las moscas! ¡Cuántas moscas he apuntado agradecido al maestro de Acisa de las Arrimadas! 

NOTA posterior a la publicación inicial: Jose ha realizado sus pesquisas sobre el retablo y me acaba de mandar una fotografía; de ella colijo que se trata de San Joaquín y Santa Ana, los padres de María, pues él lleva en un cestillo dos palomas para hacer la ofrenda al templo según costumbre en la presentación de los hijos ante el altar. 

Grandiosidad en la Estación de seguimiento de Robledo de Chavela.

Delante de la ermita está el crucero del humilladero colocado aquí, como en muchos lugares de la geografía durante varios siglos, para que sea la primera vista del lugar al que se llega. Continúa en su silencio la ermita, los montañeros finalizan el yantar, saludan al conjunto del lugar y reemprenden la marcha; los montañeros pasarán en muy pocos minutos de la sencillez silenciosa de otros siglos a la mole que domina el espacio y sus movimientos a través de la grandiosidad parabólica de la Estación de seguimiento de Robledo de Chavela.

Javier Agra. 

viernes, 13 de febrero de 2015

SIERRA DE ALMENARA (I), GUADARRAMA



Escondida y remota, la Almenara forma un extremo de la Sierra de Guadarrama de la que está separada para jugar a su propio aire. Según nuestras cuentas (más de Jose que mías), era el último rincón que nos faltaba por recorrer, seguramente por estar alejada del cogollo serrano. La teníamos dibujada en los planos y en la mente. Aprendimos hace tiempo que todas las montañas tienen su encanto y su grandeza; igual que ocurre con las personas, independientemente del tamaño cada “pieza” de la naturaleza tiene su valor vital, somos únicos formando parte de un todo.

Comenzamos el viaje por la solemne M 40 y, después de diferentes desvíos, llegamos por la reducida carretera M 531 hasta la entrada de la Ermita de Navahonda. Nuestro caminar era sereno a esta primera hora del día, el frio de la mañana… (no seguiré con esa frase pues es una tautología) ¡las mañanas de febrero en Castilla son frías! La otra propuesta para hacer la Almenara es llegar desde Robledo de Chavela, hermoso pueblo y paseo interesante más largo hasta nuestro objetivo.

Entramos en nuestro lento caminar hasta el lugar de la ermita después de una fuerte curva hacia la derecha; la bordeamos por cualquiera de sus dos costados y allí está el muy bien señalado camino de los romeros que une ermita y pueblo. Continuamos hasta el Collado de Navahonda, a su derecha está el Pico Navahonda, continuando sin posible pérdida llegaríamos hasta el pueblo de Robledo de Chavela. Seguramente comentaré este camino, que ahora vamos a abandonar, más despacio en otra entrada.

A la espalda de Jose queda la portilla, el Collado y el Pico de Navahonda. Fija la vista, amable lector, y podrás recorrer a la altura del Collado y hacia la izquierda, un trecho del sendero que continúa hacia Robledo de Chavela.

En el Collado, encontramos la portilla por la que entramos hacia el sendero que nos llevará hacia la cima. Recomiendo a mis lectores que, superada la portillera, tomen el camino que está pegado a la alambrada y retrocede unos metros hacia la izquierda, el sendero comenzará muy pronto a subir y el montañero estará metido en un paseo sin más pesadumbre que la misma posible fatiga de la marcha en un sube y baja hasta llegar a la parte final de “escalada”.

Hubiera sido más sencillo hacer lo que dicho tengo; pero yo, que iba delante en el dúo de la marcha, arranqué a trotar monte arriba y añadí innecesarias dificultades a la sosegada ascensión. Quise después acortar por una ladera de la montaña y me enrisqué entre rocas y marañas, arrastrando en mi cabezonería a Jose que me sigue seguramente para que no me extravíe en mis frecuentes y no siempre acertadas pesquisas. Arreciaba el viento con ecos rebotados entre las peñas y las ramas, mientras los dos montañeros hacíamos una difícil búsqueda se sendero…

Pino y sendero. En la cima resistentes pinos, como el de la fotografía, mantienen hileras de cencellada. A su lado pasa el camino sin pérdida, por donde silba el viento camino de la cumbre buscada.

Pero llegamos al sendero bueno, el que siempre estuvo pese a nuestro intento de descubrir otros nuevos accesos, en una de las zonas cimeras por las que pasamos esta jornada. Llegamos y continuamos la marcha, los acompañaba una pesadumbre en forma de desagradable ventisca con la que la montaña quería disuadir la marcha. Cada jornada de montaña tiene cien diferentes encantos, cien sobresaltos; hoy en la pequeña sierra de Almenara aportamos una innecesaria investigación. Pasamos entre traviesas zarzas, bajo corpulentos pinos que desafían cada año la dureza del invierno, atravesamos roquedos contundentes, sonrientes valles, quebrados praderíos.

Torreta para las señales. Almenara es un término árabe que significa “lugar de luz”, desde esta torreta hacían señales los vigías cuando el sistema telefónico era aún imprevisible. Cuentan los filólogos que conservamos más de cinco mil palabras que devienen del tiempo del árabe en la península. Comenzaré a estudiar idiomas, al menos rudimentos de diferentes idiomas.

Los últimos cuarenta y cinco metros son de subida directa; los montañeros dejamos en la base de la subida final la mochila y los palos y, apoyados en pies y manos, llegamos hasta la hermosa cumbre a una hora en la que aún no era posible que estuviera paseando el espíritu del moro que hace muchos siglos  era vigía sobre esta cima y con una hoguera avisaba a su rey de Toledo de los belicosos movimientos de los cristianos. Hoy la cumbre es reposo y belleza. ¡Qué hermosura de paseo!    

Reposo y belleza sobre la cumbre. Hermosa vista de las Machotas que esconden el Escorial, más lejos cumbres del Guadarrama a las que podemos poner nombre y sobre las que hemos posado nuestros pies y nuestros corazones.

Javier Agra.