miércoles, 22 de julio de 2015

PEÑA CITORES: CIRCULAR




Hermosos pinares de Valsaín desde el Puerto de Cotos hasta Peña Citores por la Senda del Batallón Alpino. Esta mañana de julio será muy caliente en esta parte madrileña de la Sierra de Guadarrama. Los montañeros caminamos despacio porque en la naturaleza el tiempo es sosegado y armonioso.

Metidos ya en Peña Citores, seguimos el sendero que atraviesa el recinto de lo que fue el Batallón Alpino. Hace un momento dejamos el cuenco donde aún está la humedad de una surgencia resistente a estos prolongados calores con una multitud dorada de gencianas (genciana lútea). Podemos conversar en latín, entre el nombre de la cima y la planta volvemos a tiempos antiguos. Los antiguos Plinio el Viejo y Dioscórides aseguran que el nombre recuerda a Gentio rey de Iliria, de quien no hablan positivamente quienes de él hacen memoria, que descubrió propiedades curativas en esta planta.

Entrada al derruido recinto del Batallón Alpino. Estas pocas gencianas amarillas están colocadas como una ofrenda de la historia a la memoria de quienes hicieron por aquí la guerra. La amarga raíz de la genciana se utiliza por sus propiedades curativas y también para elaborar bebidas de tono amargo.

Continuamos nuestra marcha por la línea cimera hasta el Mirador del Cancho. Durante nuestro camino la grandiosidad de los pinares de Valsaín se extiende hasta la profundidad del valle. La mirada goza con las cumbres cercanas a las que ponemos nombre y recuerdo de otros días de montaña. El refugio está recién restaurado. Hasta seis personas podrían pasar aquí una noche calmada o una jornada de protección frente a alguna ventisca. El cielo respira serenidad, los montañeros empleamos un buen rato contemplando el poderoso vuelo de un buitre negro en plena búsqueda.

Caseta del Mirador del Cancho. 

Desde aquí, una senda baja en picado pinar abajo. Los montañeros cumplimos con los zigzag que marcan los hitos. El pinar de Valsaín es nuestra deseada sombra, sus altísimas copas conversan con nuestras almas. Para no bajar demasiado, inventamos una ruta horizontal sin nada nuevo que reseñar salvo que allí el gozo de la libertad está creciendo en los pinos, salvo que allí la paz tiene flores y susurros, salvo que allí el contento nace entre las ramas verdes y en las diminutas hierbas, salvo que allí bien pudiéramos vivir trescientos años entre el silencio y el musgo, salvo que allí la naturaleza entrega su savia vegetal a la sabiduría común, salvo que allí…


Vista desde el Mirador del Cancho. Sobre el hermoso pinar de Valsaín, contemplamos la cabeza de la Camorca, Siete Picos inconfundible a nuestra izquierda, Cerro Ventoso a su derecha, más alejada la Peña del Águila, Cerro Minguete y Montón de Trigo cierran la imagen y nos dirigen hacia las dos cumbres de La Mujer Muerta (La Pinareja y el Oso) fuera ya de esta vista fotografiada; más lejos diversas cumbres hasta perdernos cima a cima en el lejano horizonte.

Tras cruzar algunos arroyos, un pedregal, multitud de helechos…llegamos al Camino Viejo del Paular casi a la altura de Cotos, muy cerca de Venta Marcelino donde dimos por concluido el paseo circular de esta mañana calurosa de julio.

Javier Agra.

domingo, 19 de julio de 2015

CUERDA DE LAS BUITRERAS



Durante los varios años que llevo recorriendo la Sierra de Guadarrama, descubro cada jornada algún rincón de belleza recóndita que pone jardines floridos en mi camino diario.

Con las primeras sonrisas de la aurora, iniciamos el camino desde La Barranca que tiene espejos de cumbres en sus dos embalses. Entre sombras y asombro renovado, aunque hayamos pasado por este lugar muchas veces, superamos el área recreativa y llegamos a la Fuente de Mingo; aquí siempre conviene esbozar una sonrisa agradecida en recuerdo del trabajo y desvelos de los pioneros de la sierra. Poco más allá, siguiendo la vereda del arroyo, encontramos la popular Fuente de la Campanilla. Hasta aquí un hermoso paseo para quienes inician a los niños en esta relajante tarea de pasear montañas.

En la Fuente de la Campanilla.

Hacia la derecha, entre los pinos, sube una senda local; pendiente arriba los montañeros siguen las señales sin salirse del sendero por conciencia ecológica, las señales son muy claras; nos depositan en una llanada de la Cuerda de Las Buitreras. Tal vez no sabemos la causa de nuestras paradas en las marchas, pero seguramente es más por admirar la belleza que por tomar resuello. Sobre estas cumbres, el cielo es suave caricia para estas manazas de roca que forman la sucesión de peñascos y cimas.

Una primera muralla de granito nos hace señas, desde las señales pintadas, para que sigamos subiendo hacia la ventana. Monte arriba, entre las cabras y el tomillo, el espíritu se llena de calma y canciones de pájaros relajados entre las retamas. La ascensión es ligera pero las vistas piden calma.

Subimos una suave pared de granito, siguiendo las señales blancas y verdes de la senda local.

Palpitan aroma el espliego y el tomillo, palpitan vida los mirlos, palpitan libertad los corzos veloces, palpitan aroma, vida, libertad los corazones montañeros unidos a la vida vegetal, a las cálidas rocas, a los animales que saltan, vuelan, nadan y reptan. Es ligera la subida, empleamos tiempo en la admirada contemplación de la vida que se presenta diversa y vibrante.

Hemos llegado a la sorprendente formación de esta ventana de granito.

Desde la Ventana hacia nuestra izquierda, continúan unos visibles hitos montaña arriba con un desnivel más acusado. El sendero avanza sin más problema que las fuerzas que tengamos; un trago de agua; una pausa para darnos ánimo unos a otros; un mismo palpitar con la naturaleza; las vistas hacia la Cuerda son bellísimas entre puntiagudas aristas, hacia el horizonte pone en nuestro corazón valles, cumbres, embalses, pueblos, pinares… siempre vistas de inmensa belleza, solemnes, diáfanas, sin fronteras…

El altímetro dice que el collado al que hemos llegado mide  mil novecientos cincuenta metros. Ante nosotros tenemos la vista de la Bola del Mundo, del Collado del Piornal y el Regajo del Pez que vuelve a la Fuente de La Campanilla. Nos sentamos. Comemos la fruta y la barra de cereales. Otra buena porción de agua y para abajo.

Bajamos por una fuerte pendiente entre piornos y pedregales hasta encontrar el sendero que une el Collado del Piornal y la Fuente de la Campanilla.

Para abajo entre roquedos y piornos, sin senda marcada; para abajo entre la fantasía y el descubrimiento, aún no se han marcado veredas; para abajo entre la búsqueda y el acierto, en el futuro tal vez por aquí baje una trocha; para abajo por esta fuerte pendiente hasta escuchar el cercano sonido del agua del Regajo del Pez y encontrar el sendero que llevará nuestra singladura en breves instantes hasta la Fuente de la Campanilla donde cerramos el círculo, bebemos un sorbo y sonreímos a la vida.

Javier Agra.  

domingo, 12 de julio de 2015

CUEVA VALIENTE (y II)




La Sierra de Malagón es acogedora y serena entre navas, hoyos y suaves pendientes de pinares frondosos. Entre el Alberche y el Cofio, recogen el agua de sus múltiples y pequeños arroyos. Su punto más alto es Cueva Valiente, allí hemos pasado varias mañanas en rutas de solaz y búsqueda hasta que dimos finalmente con la cueva, que en el anterior artículo puse entre las fotografías y que aquí repito para que se vea el interior.

Interior de Cueva Valiente.

Es sobremanera luminosa esta parte de la Sierra de Guadarrama. Luminosa y silente. Los pasos de los montañeros respiran el silencio de los pinares, su respiración son timbres sonoros de las aves: domina la melodía sinfónica del carbonero, la oropéndola de amarillos y llamativos colores pone el contrapunto musical de las flautas; escucha la comadreja buscando acercarse con sigilo por si acaso encuentra algún huevo, ¡demasiado avanzado está el verano, ya han volado los pájaros jóvenes!

Inmensos pinares desde la boca de Cueva Valiente.

Salimos del frondoso pinar, estamos compartiendo suelo con los enebros y los piornos, que parecen poderosos en esta altura dominada por las fuertes plantas que constituyen el cervunal; el sol camina a nuestro lado, apoya sus rayos en nuestra cabeza; nos detenemos para beber y poner la gorra. Descubrimos hermosuras de roca, paisaje, vegetación, luz sin fronteras, lejanas cumbres a las que podemos nombrar con sus nombres de siglos y de historias.

Aquí encontramos otra cueva o pasadizo entre las rocas de granito que han formado este capricho en la naturaleza por sus complejos modos de apoyarse unas a las otras.

La cima de Cueva Valiente es una explanada amplia a la que se accede por diversidad de senderos. Nosotros comenzamos las más de las veces desde el puente que está junto al Arroyo de la Gargantilla. A media ladera encontramos ruinas que fueron refugios, ruinas que conservan el grito y el llanto de la triste guerra. La cumbre está entregada a la paz, donde los montañeros piensan y viven futuro de libertad.

La luz inunda la zona cimera de Cueva Valiente. Los montañeros contemplan un mundo sin horizonte ni fronteras, sin calendarios ni caducidad.

Sobre la cima de la montaña desaparece el tiempo azaroso del trabajo y la preocupación, entre los matorrales y las rocas de las cumbres parece que comienza la vida de verdad cuando el espíritu vuela y el corazón sabe poner música a la palpitación común de la humanidad. Cierro los ojos y me lleno de tiempo, cuando vuelva a los metros y los semáforos de la ciudad sabré que mi corazón guarda respiración umbilical con las montañas y con la luz, con el corzo y el águila real.

En la amplitud de la explanada se encuentra un refugio construido con el armazón de lo que fue una edificación de la dolorosa y trágica guerra.

Cima de Cueva Valiente, piedras con memorias de la prehistoria; conversamos también con las rocas y nos cuentan memorias a través de sus grietas; pero más veces guardan silencio y escuchan las cuitas humanas, escuchan los sueños; escuchan…Los montañeros, sentados en esta musical  amplitud silenciosa, miran los nombres de cerca y de lejos, los que están dando nombre a las montañas y los nombres que llevan impresos en el corazón y en el alma.



Javier Agra.