jueves, 19 de mayo de 2016

PUERTO DE MALANGOSTO: 3 LA CUMBRE



Entre el asombro y la pendiente descubrimos el Chozo de La Chata, lugar donde esta serrana cobraba su portazgo como guía de montaña y almacén de alimentos y otros beneficios que fueran necesarios, según narra el Arcipreste en el Libro de Buen Amor.

El Chozo de la Chata está muy bien reconstruido en su exterior. Su interior es un bonito refugio donde muy bien se pueden tender hasta media docena de sacos de dormir.

Nace aquí el río Cambrones en la fuente que permanece alimentada todo el año. El pequeño valle está estos días de mayo rebosante de agua y verdor. Los montañeros hacemos un alto, entramos en el chozo y como no encontramos a nadie que auxilie nuestra fatiga damos cuenta de una porción del acuoso líquido de la cantimplora y de una barra energética para continuar el camino.

Fortalecidos por tan preciosos alimentos caminamos los pocos metros que nos separan de la portillera donde se juntan Madrid y Segovia por estas alturas. Un amplio mojón saluda a los viajeros entre el sol y la brisa tenue de este lugar abierto y soñador. No encontramos ninguna angostura. Diríase más bien que es un amplio collado con solazadas vistas.

Un amplio mojón aúna diversas provincias y diferentes montañas; su escritura es modernidad sobre la base de piedra antigua. Esta litografía reúne el espíritu antiguo y la modernidad actualizada para cada montañero que aquí se acerca. Las montañas respiran sosiego de todos los tiempos, miran con las pupilas de los siglos pasados y los venideros, saludan desde el silencio porque emplean el lenguaje de la libertad palabras que palpitan versos.

Cuarenta metros más arriba, las Peñas Crecientes son lugar de reunión y romería, de bullicio y de encuentro. Pero hoy los montañeros solamente escuchamos el canto del cuco escondido entre los matorrales y el silencio de las lavanderas, confiadas aves de mirar inquieto. Sentados en las rocas conversamos con la amplitud de las montañas, con la libertad de los senderos, con la paz del silencio.  

Se alarga la vista hacia Peñalara y la Cuerda Larga.

Nuestro afán nos empuja a emprender derroteros nuevos. Por eso, para regresar nos lanzamos montaña abajo siguiendo el sonido del agua y el rumor del viento. Junto al arroyo del Pastizal caminamos inventando senderos entre los pozos temporales de este surtido cauce que forma un  angosto valle con su vegetación entre las silvestres plantas y los pinos reforestados hace algunas décadas.

Llegamos a una pista donde se amplía otro nuevo valle abajo por donde canta el río Pirón que exhibe violines y trompetas estas jornadas de agua y deshielo. Desde ahora solamente será caminar, contar pinares y curvas, pensar con la naturaleza y con la naturaleza respirar. El embalse del Pirón nos recuerda que estamos cerca del final de nuestro paseo.

Parece un animal desbocado el río Pirón esta tarde de mayo.

Sobre el puente de la fotografía anterior cruzamos el río antes de llegar al embalse; más adelante lo cruzaremos de nuevo y ya encontramos los primeros coches; poco más allá llegamos a la cancela donde habíamos iniciado nuestra marcha hace seis horas; llegamos a felice término después de una ruta circular preparada con acierto e inventada en algún momento.

Aquí despedimos al Puerto de Malangosto y su romería del primer domingo de agosto donde diversos pueblos y multitud de personas comparten paella y sandía, comparten vivencias y cantares, comparten ilusiones y vida. Aquí dejamos al Arcipreste, aquí despedimos a la Chata de Malangosto, aquí quedan soñadas aventuras literarias que cobran vida entre la fantasía  y lo real con cada lectura.

Javier Agra.

lunes, 16 de mayo de 2016

PUERTO DE MALANGOSTO: 2 LA MARCHA



El puerto que hoy queremos visitar es de discutido nombre. Unos le dicen Malagosto acaso por las altas temperaturas que tenga que soportar el malhadado viajero que se aventura por sus cimas en el mes de agosto y aún cualquier caluroso día; llaman otros Malangosto, así está reflejado en literatura del Medievo y tal dicen los segovianos en su mayoría. Lo citaré pues como Puerto de Malangosto pues lo subimos desde su vertiente segoviana atendiendo a la mayor comodidad del camino y a la literatura que queríamos rememorar.

Unos metros antes del kilómetro ciento setenta y siete de la carretera nacional ciento diez que une Segovia y Soria, sale una clarísima y amplia pista que llaman Cañada de Vallejos o Camino del Cerro del Molino en busca de las cumbres y del río Pirón. Tal vez cinco kilómetros más arriba y tras superar las ruinas de lo que fue el Rancho Alfaro con pinta de haber sido un próspero lugar de esquileo y otras laboras ovinas, superado también el Molino del Romo, llega la pista a una bifurcación con su ramal del diestro lado férreamente custodiado por una cancela. Aquí dejamos el coche.

Hemos de pasar por esta puerta de metal para comenzar la subida al Puerto de Malangosto.

Esta portalada de metal ni es siniestra ni opone resistencia a nuestro paso. De modo que la abrimos con cuidado y con el mismo cariño la cerramos en igual tesitura que encontramos. Hasta el Puerto tenemos una prolongada caminata sin riesgo de pérdida ni de encontrarnos con facinerosos de leyendas ni con doncellas huidas de sus captores.  Nuestra jornada presagia más un buen mayo que un mal agosto. 

Superados los prados de Mangalucho y las Porquerizas entre espinos, piornos y verdor de mil especies nos adentramos en las cuestas de Mataburros, acompañados siempre de la dulzura tenue de las avecillas, de la melancolía sosegada de abundosa agua que se extiende en breves canalillos del camino o en musicales torrenteras ocasionadas por las múltiples lluvias de esta primavera. La cuesta de Mataburros se prolonga hasta el Collado entre el camino soleado y la oscuridad que llega del tupido pinar que con frecuencia alarga sus ramas para que nuestra ascensión sea más ligera y sombreada.

En el Collado confluyen diferentes caminos para continuar unificados hasta el Puerto.

Mientras seguimos monte arriba, me cuenta Jose que desde los pueblos de Madrid es más difícil subir a este Puerto de Malangosto pues se han perdido los senderos; me cuenta también que antaño el Molino del Romo tenía siete caños que salían de la Cacera de San Miguel para llevar agua a los siete pueblos que habían llegado a un amigable entendimiento de reparto de las aguas que allí se almacenaban recogidas de los diferentes arroyos y regueros. Yo camino absorto y agradecido a las explicaciones que Jose me hace de estos datos y de otros muchos que en mis textos aparecen. 

Chozo de la Chata de Malangosto, serrana con la que el Arcipreste de Hita tuvo un encuentro.


Cercanos ya al Puerto, la nieve pinta pinceladas brillantes de sol y vegetación. Vamos recitando los versos del Arcipreste de Hita en su Libro de Buen Amor que dicen desta guisa:

Pasando yo una mañana
El puerto de Malangosto
Asaltóme una serrana
Tan pronto asomé mi rostro…

Sería la casualidad o tal vez la ficción literaria cuando al girar el camino un recodo a su izquierda topamos con el Chozo de la Chata y su fuente bien surtida de clarísima y fresca agua. Sin necesidad de otras ofrendas ni peleas con la serrana moza, nos acercamos a su puerta y contemplar su bien cuidado lugar… (Dilatada está siendo la narración, de modo que aquí firmo y cierro hasta el siguiente relato que deseo sea en breve tiempo).

Javier Agra.  

sábado, 14 de mayo de 2016

PUERTO DE MALANGOSTO: 1 LAS SERRANAS



Los primeros siglos del idioma español vieron nacer numerosas canciones SERRANAS y pastoriles entre nuestros autores. El Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita es uno de los ejemplos más preclaros: La Chata será una mujer libre y de poderoso carácter con la que nuestro autor se encontró en el puerto de “Malangosto”. Nosotros nos proponemos realizar esta misma ruta.


Lugar de encuentro de la Romería cerca de las Peñas Crecientes.

La mayor parte de las aventuras de nuestro citado autor ocurren en el medio urbano; sin embargo cuenta con animoso gracejo el encuentro con cuatro Serranas: la Chata de Malangosto, Gadea de Riofrío, Menga Lloriente de Cornejo y Aldara de Tablada. A las cuatro trata amablemente y aún desde la humildad, seguramente sabe nuestro Arcipreste que las mujeres son grandes conocedoras del monte y además de estar en sus dominios son valerosas y muy capaces de vencerle en cualquier enfrentamiento con fuerza.

Las serranas serán quienes le guíen en su andadura por la montaña. Además de conducirle por los mejores caminos le alimentan, le dan cobijo y acaso algún regocijo compartido de común acuerdo. Piden las serranas alguna paga material como trueque por su ayuda, el Arcipreste se apresura a comprometerse en un pago aunque es menor que el favor recibido. Presenta a las SERRANAS como mujeres hospitalarias, fuertes y hábiles para vivir con cierta prosperidad en medio de las soledades antaño llenas de peligros, las mismas soledades por las que hoy paseamos los montañeros sin miedo.

Esta piedra cercana a las Peñas Crecientes recuerda que este puerto fue un “inmemorial paso Ibérico”, después la Calzada Romana XXIV y aquí cada año se celebra una romería en recuerdo de la Chata de Malangosto y del Libro de Buen Amor.

Además de breves canciones serranas populares donde los mozos que se adentraban en la sierra quisieran encontrarse con una moza que les guiara, encontramos que Lope de Vega (La Serrana de la Vera entre otras), Calderón de la Barca (Rosaura en La vida es sueño), Tirso de Molina (Doña Juana de Valladolid en Don Gil de las Calzas Verdes)  o Cervantes (La Dorotea en la Primera parte del Quijote) son grandes escritores con personajes femeninos que se dedican a la vida en la sierra por unas u otras causas. El Marqués de Santillana popularizó a la “vaquera de la Finojosa” hiperbólicamente hermosa en su famosa quinta serranilla, con la que se encontró “en la frontera” acaso entre las tierras cristinas y musulmanas, tal vez entre Castilla y Aragón. 

Al pie del Puerto de Malangosto se encuentra el Chozo de la Chata entre el verdor y el agua de una incombustible fuente.

Acaso sea la Serrana de la Vera el personaje más extendido y popularizado de estas mujeres de incontable y formidable valor. Son diversos los autores que han dado forma literaria a esta popular mujer agredida sexualmente por un capitán y del que ella se tomó cumplida venganza. Vistiendo ropas y atuendos masculinos participó en numerosos lances donde dio muerte a multitud de varones, allí donde Gila Giralda daba muerte a un varón colocaba una cruz que era su señal y también una oración por el difunto.  Lope de Vega, después Vélez de Guevara inmortalizaron a esta mujer que sitúan en Garganta de la Olla donde cada año recuerdan el acontecimiento durante varias jornadas con diferentes actos.

Sea como fuere, las SERRANAS son mujeres insatisfechas con la sociedad en que viven, transgresoras porque quieren construir una relación diferente entre las personas desde la igualdad, la libertad, la paz que sean para todo el género humano.

Javier Agra.    

sábado, 7 de mayo de 2016

CERRO VENTOSO ENTRE NIEBLA



Grandes promesas pregona la Sierra a quien la observa desde la distancia. Quienes entramos a sus entrañas con frecuencia hemos comprendido los misterios que encierra su niebla cuando parece que el día será soleado, la lluvia que aparece sin previo aviso una jornada de sereno inicio. Para los neófitos y para los habituales montañeros, la Sierra tiene en común el sosiego, la sonrisa en el rostro después de una jornada de fatiga aunque sea en medio de la niebla.



El Arroyo de la Navazuela tiene una escondida caída de agua que contribuye a la paz del paseo. Se llama Chorro del Tirón de la Miel.

Así fue la última visita al Cerro Ventoso, una de las cumbres más guapas del Guadarrama en la vertiente de Madrid. Quien pasee su amplia meseta cimera podrá ver Siete Picos en su versión más cortada y agreste, el Montón de Trigo con sus cercanas rocas como inmensos granos apilados en una era, el verdor grandioso de los diversos valles que domina esta dilatada cumbre. Podrá ver maravillas si la niebla no se cierra como nos sucedió en la última visita que le hicimos. Sin embargo pudimos revivir a cada paso el recuerdo de otras veces que habíamos estado en la amplitud de su cumbre.

Sentado en el poyo de la Fuente Antón Ruiz de Velasco converso con la niebla para convencerla que busque otra ruta y nos deje con el sol. La niebla calla y decide acompañarnos esta jornada.

Desde el aparcamiento de Majavilán en las Dehesas de Cercedilla, comenzamos nuestro camino para adentrarnos a la vera del arroyo de la Navazuela y su poderoso sonido de agua (está hermosa la Sierra esta primavera); metidos después en la Carretera de la República, buscamos el Camino Schmid para ascender entre los pinos y el canto de diferentes aves que arrullan a los montañeros esta mañana. 

Así llegamos hasta la transitada y hermosa fuente Antón Ruiz de Velasco; aquí se sientan los montañeros, se detienen los ciclistas, beben las aves, suenan canciones los pinos y hasta las diminutas nubes blanquecinas posan su seda entre las ramas y el suelo. Aquí se nos cerró la niebla esta mañana, la única niebla que salió a pasear al Guadarrama. Los montañeros caminamos con el corazón conversando sosiegos por ver si la niebla se disipaba, pero la niebla se acompasó a nuestra marcha y nos acompañó cuesta arriba hasta el Collado Ventoso.



Y cuando los montañeros encontramos la escondida senda que sube hasta el cercano Cerro Ventoso, la niebla siguió a nuestro lado y llamó con silbidos al viento y llamaron con poderosas voces al frio y los montañeros nos quedamos ateridos y sin las preciosas vistas que en la cumbre recordado dejo. Recorrimos la meseta de la cima sin detenernos ni para hacer la fotografía de nuestro testimonio, asombrados de la nieve que aún quedaba por esta altura, asombrados de la fuerte bajada de temperatura, asombrados de la variación térmica que ofrece la montaña en muy pocos minutos. Entre la nieve, los troncos, las rocas, los matojos en esta cerrada mañana que semejaba oscura noche, bajamos hasta el Collado de la Fuenfría.

Dentro del Camino Viejo de Segovia, los montañeros veíamos agrandar la distancia que nos rodeaba; bajamos aún más, el Camino Viejo de Segovia es un lugar muy amplio y suficientemente conocido; allá comenzó a lucir el sol, aquí se nos disipó la niebla, por todas partes brillaba ahora una espléndida luz de mediodía; solamente Cerro Ventoso continuaba agarrando la niebla densa con su puño cerrado para que no se fuera.



En esta pequeña fuente de la que comparto fotografía, dimos cuenta del queso y de la fruta antes de recorrer el breve espacio que nos faltaba para retornar al aparcamiento de Majavilán, donde conversamos un instante sobre las grandes promesas y no menores sorpresas que ofrece la Sierra a quien se acerca a sus sendas.

Javier Agra.