viernes, 15 de septiembre de 2017

CASTRO VALNERA: VALLE DEL BERNACHO



Valle del Bernacho visto desde el Collado de la Piluca.

Castro Valnera es la montaña más elevada de la Cordillera Cantábrica de entre las situadas al este de Reinosa, entre los puertos de Lunada y de Estacas de Trueba. El sur pertenece a las Merindades de Burgos, el norte a Cantabria… algo así fue lo que aprendió Jose, en la escuela, cuando tenía diez años. Pensó entonces que algún día subiría a su cumbre. Jose se hizo mozo pensando en la cima de Castro Valnera y más tarde se hizo montañero adulto con Castro Valnera temblando en los latidos de su corazón.

Jose subió montañas más altas y más lejanas…pensando cada cierto tiempo en el verdor y el inmenso tamaño de Castro Valnera.

¡Vamos! – Me dijo una madrugada.
¡Claro! – Contesté, porque sé que los planes montañeros de Jose son siempre magníficos y acertados.

Inicio de la marcha. El Valle del Bernacho se cierra allá arriba en el Collado de la Piluca.

Dormía aún Espinosa de los Monteros, cuando iniciamos la marcha. Mi corazón palpitaba con mi propio entusiasmo y con el entusiasmo de Jose alimentado desde que estudió en la escuela esta montaña, cuando tenía diez años. En coche nos acercamos por la carretera que va hacia el Puerto de Lunada, nos desviamos para llegar hasta las inmediaciones de las Cabañas del Bernacho. El primer brillo de la aurora bailaba en las gotas del rocío de estas inmensas praderas de verdor y fantasía.

Un ligero descenso por la bien marcada senda nos dejó en las Cabañas del Bernacho.

Un grupo de construcciones de antaño donde convivieron animales y personas durante los meses de bonanza climática. Hoy, que la distancia y el tiempo se han reducido por la velocidad de los coches, estas Cabañas han caído en desuso; están aquí conversando con el tiempo y con los montañeros que aceptan este lugar como punto de inicio de la marcha hasta la cumbre de Castro Valnera.

El valle del Bernacho apenas apunta senderos entre la frondosidad de la hierba y la amplia foresta con copiosas espinas. (Conviene tener en cuenta el detalle espinoso de la flora de este valle por si pretendes aventurarte ¡oh venturoso lector! por estas sendas en pantalón corto, como hice yo; no salí mal parado). Pared adelante, una vez superado lo más hondo del valle, encontramos la senda. Valle arriba, el sol alumbra silencioso y constante el verde de la hierba, el verde de las hayas, el verde de las gencianas y las anémonas, el verde las globularias. Colores y brillos que llenan el corazón de asombro y de gozo.

Por encima de las hayas, a lo lejos, contemplamos boquiabiertos el puente natural formado por la roca. Detenemos extasiados el paso lento del tiempo, detenemos al menos nuestra percepción global del mundo y admiramos la inmensidad de la hermosura concentrada en una roca congelada en el tiempo, entre el brillo del sol de la mañana y el instante expandido en el infinito.

Llegamos hasta el farallón rocoso.


Llegamos hasta el farallón de rocas que corta nuestra directa ascensión sencilla de seguir, tortuosa por el desnivel. La senda tuerce en ángulo recto hacia la derecha;  rumores de arroyos y pájaros ponen melodía a nuestros pasos camino del Collado de la Piluca.

Javier Agra.

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