miércoles, 29 de noviembre de 2017

ENTRE LA MUELA Y EL PÁJARO



La Pedriza en la Sierra de Madrid.

La Muela domina el jardín de los Guerreros con su bañera y la grandiosidad de las vistas que aquí se muestran.

En estas encrespadas olas de piedra donde los montañeros cuentan su vida a los pájaros y los pájaros esperan a que comience la noche para conversar vidas de montañeros con los árboles y el cenceño. Pero los montañeros saben que sus vidas quedan para siempre silenciadas como las flores de montaña entre la piedra y el viento.

La Muela de la Pedriza tritura pesares y olvidos, mastica las penas de los guerreros de todos los tiempos, escucha sublime y enhiesta las risas todas y los gorjeos animosos de cualquier tiempo.

La Pedriza enhebra rebollas y peñascos en su grandiosa tela de seda, mientras los montañeros deslizan sus sueños entre la caducidad de la hoja y la  temporalidad olvidada de la piedra. 

He aquí los montañeros en la repisa que da acceso a la llambria que tendrán que subir para entrar en el Jardín del Pájaro.

En la repisa de piedra se han posado las aves y las botas de los montañeros, se han asentado las hojas durante el recreo del juego del viento. Los ojos humanos miran cumbres y cielos, imaginan horizontes y estrellas, escuchan arroyos y nevadas de otros momentos. Los montañeros escuchan el corazón de la Pedriza mientras esperan su turno para entrar en la brecha que los llevará hasta el Jardín del Pájaro y después hasta el Salón mismo del Pájaro.

Los montañeros tendrán que superar esa llambria suave por el tiempo y áspera por el esfuerzo; los montañeros saben que la suavidad y la espereza son la vida misma en movimiento; los montañeros sonríen por el éxito de su esfuerzo, por las aves y su vuelo, por el arroyo que canta, por el aroma de las flores, por el perpetuo bullir interno de la montaña de la Pedriza.

Javier Agra.    

martes, 21 de noviembre de 2017

JARDÍN DEL PÁJARO



Esta fotografía corresponde a otra jornada de montaña, está tomada mientras subimos hacia Cuatro Caminos; vemos diferentes cimas de la CUERDA DE LOS PINGANILLOS por cuyos recovecos interiores pretendemos explorar esta jornada.

Podría parecer que después de varios lustros recorriendo la Pedriza de Madrid, no tendría que quedar ningún lugar escondido para nuestras andanzas o andadas pues ambos términos tienen sus puntos peculiares que les hacen ser distintos con parecer tan iguales. Seguimos encontrando, amable lector, vericuetos recónditos de asombro y embeleso. 

Tal nos ocurrió la mañana que llegamos al Jardín y al Salón del Pájaro. Habíamos comenzado nuestra madrugadora marcha desde el muy frecuentado aparcamiento de Canto Cochino con el deseo de descubrir este ensoñador lugar que dicho tengo. Caminando por la “autovía de la Pedriza” en dirección a Cuatro Caminos, cruzamos el arroyo de Los Poyos y, después de una curva del sendero que asciende por la suave pendiente, nos topamos con la pequeña senda que buscamos, señalada con un hito marca la dirección hacia la base del Risco del Pájaro por entre poderosas jaras y reducidas encinas en una fuerte pendiente.

Primera brecha o chimenea que nos encontramos en nuestro ascenso y que va a terminar en el Jardín del Pájaro.

Llegados a la altura del platillo Volante y la base del Pájaro, la montaña disminuye el matorral y aumenta la gruesa piedra. Los montañeros, guiados por el instinto y algún que otro hito, continuamos subiendo próximos a las gruesas y fornidas paredes. A nuestra derecha sale en ascensión dolorosa una primera chimenea que, de haberla seguido, nos hubiera dejado justamente en el Jardín del Pájaro (por donde se hizo la primera ascensión al Pájaro en mil novecientos diez y seis); pero es peleona en demasía para la mayor parte de los montañeros, también para nosotros.

Estamos en la segunda chimenea, por la que ascendemos hasta el Jardín de los Guerreros con su Bañera y La Muela como roca más visible.

Así pues, continuamos hasta un precioso circo donde confluyen el Canal de los Guerreros con la Torre de las Arañas Negras, La Muela y el Pájaro, sucesión de cumbres que reciben el nombre conjunto de Cuerda de los Pinganillos. De allí arranca la segunda chimenea que nos permite subir hasta el Jardín de los Guerreros a la altura de La Muela y El Gorgojo. La misma subida es una canción a la necesaria solidaridad para ayudarnos unos a otros, es una melodía de belleza inusual, es un asombro siempre renovado aunque ya hayamos visto antes este lugar de subyugadora hermosura. Como apunte, por si decides, amigo lector, hacer este paseo, cuento que nosotros como la mayoría de montañeros terminamos  subiendo esa roca inmensa, por su cara más cercana en el momento de la ascensión; también hemos visto algún montañero que entra por debajo de la gran roca y termina la ascensión por el lado “de allá”.  

Estamos en el Jardín de los Guerreros, ante la Bañera, La Muela, El Gorgojo y el Pájaro. Disfrutamos de las vistas y la estancia, mas hemos de continuar pues este no es nuestro principal objetivo de la jornada.

Descendemos, como buenamente podemos, por las grandes rocas que se acumulan a nuestra izquierda y poco más abajo, haciendo casi una curva de media circunferencia venimos a situarnos sobre unos bloques de granito formando una balconada que nos acerca hacia el Risco del Gorgojo. Será necesario subir una llambria de penosa superación, siempre será mejor ir acompañado pues los ánimos y a veces los apoyos físicos de unos y de otros terminan por llevar la empresa a buen puerto.

En el Jardín del Pájaro.

Subida la llambria, con regocijo, esfuerzo y colaboración, estamos ante una especie de cueva por la que entramos sin problemas ni dudas; aquí los ojos se llenan de nuevo de asombro porque hemos llegado al Jardín del Pájaro con su relajante placilla de arena y hierba, con sus inmensas altas paredes cálidas al tacto, gustosas a la vista, serenas al corazón, animosas al espíritu…  de donde arranca la chimenea aquella primera de que hablé; asomados a su inicio, entre la prudencia y el anhelo, pensamos que ¡menos mal que dimos toda la vuelta, de lo contrario no hubiéramos llegado a contemplar esta grandeza superior a las palabras!

En el Salón del Pájaro.

A la izquierda y hacia arriba del Jardín, sale un pasadizo taponado por la inmensidad de una roca; será casi un juego para quienes hemos llegado hasta aquí. Lo superamos con deleite y precaución… (Seguramente deleite y precaución sirven para definir cualquier camino de montaña) y tras superar un embudo o pasillo llegamos al Salón del Pájaro construido por las pacientes manos de la naturaleza y del tiempo en roca granítica y sublime; una ventana se abre hacia la hermosura de la tierra, una claraboya lanza nuestra mirada hacia la infinitud del cielo.

Javier Agra.

sábado, 4 de noviembre de 2017

PICOS DE EUROPA (y III): CUMBRE PICO DE LOS TRAVIESOS



Cumbre.

En el Jou de los Asturianos se termina la placidez del sendero bien trazado. Jose y yo seguiremos la quebrada ladera que asciende buscando otro collado. De pronto los hitos se enmarañan y aturden nuestras decisiones. Marcamos una especie de diagonal imaginaria hacia un hito más poderoso que aparece en la loma, abandonamos todas las otras insinuaciones de rocas que suben y bajan y continuamos sorteando salientes y huecos. 

También esta dificultad se supera. Anoto aquí que, después al bajar, entendimos que este camino era más fácil de lo que nos resultó a la subida. El collado al que da acceso nuestro susto es una nueva divisoria de aguas, una ampliación de la vista sobre terreno nuevo para mis ojos que bailan de asombro en asombro, divisoria que baja del Pico de los Asturianos. Los hitos se distancian cuando no se diluyen.

Continuaremos un tiempo por el amplio filo de esta loma. Los hitos nos apuntan a caminar por la izquierda para evitar este Pico de los Asturianos, entramos en el Jou de la Canal Parda; los montañeros estamos mezclados con la inmensidad de Picos de Europa; los montañeros pensamos que aquí un puñado de niebla puede ser aterrador, afortunadamente hoy las previsiones nos son favorables y la jornada está resultando absolutamente despejada.

Algunos lugares por los que pasamos y que he nombrado, vistos desde la cima.

Estamos entre la Torre de la Canal Parda y el lejano inicio de ascensión al Pico de los Traviesos. Parece, en este instante, que su cumbre juega con nosotros y se nos aleja con la misma lentitud que nosotros intentamos acercarnos a ella. Las palabras se quedan en exceso livianas para ensalzar la hermosa grandiosidad del lugar y del momento.

La montaña es lírica y misterio, ensoñación y libertad, sosiego y lanzadera hacia la infinitud del pensamiento. Los que estamos en sus entrañas sabemos que nunca podremos alabarla como se merece ni entregarla en su majestuosidad. Nuestro vocabulario es hirsuto y hosco ante la dulzura risueña de los lugares por los que estamos caminando.

La vista se ensancha, entre piedras inmensas, entre carst de diferentes tamaños, entre sustos de malas pisadas, entre búsquedas de algún posible sendero, se ensancha el corazón hasta alcanzar con sus latidos el Porru de la Capilla, las Torres Los Cabrones, la Punta Gregoriana y mil nombres que aparecen y desaparecen ante nosotros según caminamos descendiendo vados o ascendiendo lomas.

Subida a la Torre de Alba o Pico de los Traviesos.

Llegamos a un contrafuerte rocoso. Finalmente La Torre de Alba o Pico de Los Traviesos cesó en su huida y nos espera. Una larga canal de cuidado ascenso, trepe con calma, los palos van mejor en la mochila pues aquí necesitamos las dos manos con la fuerza de los brazos, las dos piernas, una cierta pericia y buena elección para ascender por los lugares más ciertos.

Peña Santa de Castilla.

Pero todo llega en esta tierra de dureza y mazapán a partes iguales o semejantes. Estamos ya en el lomo inmediato a la cumbre. Terminamos el esfuerzo de subida. Luce el sol sobre nuestra frente sudorosa cuando los dos montañeros abrazados nos fundimos con la cumbre de la montaña y su vértice geodésico; luce el sol sobre nuestro exultante corazón cuando miramos la lejanía y su multitud de nombres, cuando vemos la cercana inmensidad de Peña Santa de Castilla y el profundo Jou Santo; luce el sol cuando tenemos que mirar ligeramente hacia abajo para ver la cumbre de Peña Santa de Enol y contemplamos, en otra dirección, la Garganta del Cares y de inmediato el inicio del Macizo Central de Picos de Europa.

Allá abajo está la garganta del río Cares que nos separa del Macizo Central de Picos de Europa.

Jose en la cima de Torre de Alba o de Los Traviesos.

Ha pasado una hora. Nos hemos sentado junto al buzón. Jose ha hecho diversas fotos para el recuerdo permanente del esfuerzo de estos montañeros; hemos comido; hemos saludado por sus nombres a diferentes cumbres; hemos cerrado los ojos para que el aire llevara el latido del corazón a toda la tierra. Regresamos.

El regreso fue entretenido. Lo tendréis que imaginar, pues termino aquí mi narración.

Javier Agra. 

miércoles, 1 de noviembre de 2017

PICOS DE EUROPA (II): TORRE DE ALBA O DE LOS TRAVIESOS






Las estrellas estaban posadas sobre la silueta de Picos de Europa. Los montañeros tenemos ya dispuestas las botas, la mochila y el alma.

Desde el Refugio de Vegarredonda, salimos a caminar montaña arriba.

A la derecha sale una senda con dirección al Mirador de Ordiales. Nuestro camino está regado de piedras en suave ascenso hacia el antiguo Refugio y su fuente de referencia. Los primeros pasos van apagando las estrellas y encendiendo la aurora. Ante nosotros se despeja el valle hoy arañado por el cauce de un arroyo sereno; hace miles de años, acaso en el Cenozoico, cuando aún se llamaba el mundo con otras eras, por aquí bajaron hielos arrastrando piedras y formando morrenas.

Valle de la Gurbezosa se cierra al fondo con las cumbres de los Argaos.

El majestuoso Porru Bolu.

El Jou La Gurbezosa y la Llampa Cimera van quedando más bajos ahora que avanza nuestro caminar lento cuesta arriba; los Argaos como tubos de órgano celestiales cierran un precioso circo donde resuena la brisa de los siglos en concierto musical; a nuestra derecha, continuamos siempre en ascenso, majestuoso el Porru Bolu es inmenso cilindro de gozo de estos picachos. 

 
Este solemne hito indica una bifurcación de caminos.

Ahora pisando piedras, ahora campas de verdor, serpenteamos montaña arriba hasta llegar a un grandioso hito con textos escritos para indicar hacia la derecha el sendero que llega a Vegabaño después de pasar por Vega Huerta y que nosotros no hemos de tomar en esta jornada; nuestro destino está por la senda de la izquierda que va buscando el Jou Santo y un primer collado que nos deja sobre una inmensidad de paisaje pedregoso. Superamos los Argaos por una pronunciada pendiente colgada sobre un valle más pedregoso que verde que nos acerca hasta el Collado de la Fragua.

La Altiquera es una preciosa cumbre.

En el Collado de la Fragua cambiamos de vertiente. La Altiquera es una preciosa cumbre que dejamos a la izquierda del collado, aún nos queda mucho camino y hemos elegido continuar la ascensión flanqueando la dilatada cresta de los Argaos. Picos de Europa nos muestra su inmensidad entre destellos de piedra y sol. Los montañeros se detienen para admirar, ponerse crema protectora, sacar la gorra de la mochila, un trago de la cantimplora, una respiración pausada y poner su corazón al mismo son de la montaña acogedora y mística.

Los Argaos desde Las Barrastrosas.

Poderosa erosión caliza. Promontorios sin fin, simas de profundidad difusa; asombro en la piel y en el corazón; paso medido entre la piedra y el infinito azul; silencio y latidos… Las Barrastrosas en permanente ascenso, estamos pasando por una zona de ligerísimos llanos y apuntes de verdor donde a lo largo de los años, diferentes montañeros, han colocado círculos de piedras para acoger una tienda de campaña en este lugar donde mana una fresca fuente.

Estamos de lleno en un paisaje cárstico de sobrecogedora belleza; los hitos nos indican seguramente el mejor camino con un amplio y nítido sendero, sobre la aguerrida piedra de millones de años, sorteando agujeros de caliza sin tiempo, entre el silencio y las pausadas gotas de agua que van construyendo alguna escondida cueva.

Torre de Santa María o Peña Santa de Enol, Torres Cebolleda.

De vez en cuando nos detenemos, no por cansancio sino por asombro; primero fueron siluetas entre sueños y sombras, ahora ya estamos viendo a nuestra derecha las altas cumbres de Peña Santa de Enol o Torre de Santa María, de sus macizos de inmenso tul se desprenden hilos de seda que se transforman en pequeñas figuras pétreas cuando tocan el suelo y así forman laderas de piedra.

Cabrones, Alba, Asturianos, Carnal Parda.

Poco después coronamos el Jou de Los Asturianos. El camino baja por un sendero bien trazado que lo supera por su fondo; por otra parte, a nuestra izquierda, una quebrada ladera asciende hacia otro collado…

… Continuará la descripción si el tiempo y la memoria no me son esquivos.

Javier Agra.