lunes, 31 de diciembre de 2018

FIN DE AÑO, OTRO COMIENZA


Participo de esta inmensidad que es la tierra, formo parte de la naturaleza entera como la piedra y la madera, como el aire y el relámpago, como los grillos y las abejas, como el castor y el lobo, como el alerce y el madroño, como la encina y el manzano...

He visto las raíces de esta tierra aportando sosiego y constancia a los árboles en su ancianidad para que entreguen sabiduría nueva a los iniciales brotes y así puedan llegar a formar parte del futuro en una cadena compartida de esperanzas y deseos de PAZ. De ellos, de la música de sus ramas y el viento cuando se unen para formar orquestas en los ocasos de viento y nostalgia, de su sombra reparadora en el sudor de una jornada de camino he aprendido el esfuerzo y la poesía. He visto la novedad de los tallos recién nacidos cuando aún son cánticos de arroyos y riberas, cuando comienzan a poblar de risueña hoja nueva las laderas y las colinas.

Mi intención es nutrirme de la sabiduría y el sosiego de este árbol anciano y sus jóvenes brotes. Lo encontré en el camino de retorno a Peñalba de Santiago después de visitar la Cueva de San Genadio. Pero en todas partes he visto árboles a los que se puede abrazar y de los que conviene aprender.

He paseado praderas donde los animales comen entre humedales y entre las hierbas de secano, donde la ágil cierva barrita a su cría recién nacida y los conejos saltan entre juegos y huidas; collados donde las vacas son las dueñas del silencio y del presente porque llevan siglos de estancia en estos pastos por donde los montañeros hacemos hoy caminos de montaña.

He subido a las colinas de muchas partes de esta tierra para contemplar arroyos que nacen diminutos, antes de ser inmensos ríos de aguas con murmullo de otros pueblos y otros siglos; he visto robles con milenios en la mirada, soñadores castaños de crecimiento sereno y fruto compartido, he saludado alimañas asustadizas que se vuelven animales de compañía al final de la jornada.

Vista desde la cumbre de Peña Orniz. Por estos valles nace el Río Sil.

He subido a las altas montañas donde el rumor del aire narra cuentos del mar y de otros continentes, donde las aves se posan a mi lado y me susurran palabras de idiomas muy lejanos; me han contado los pájaros que todas las personas tenemos el mismo ritmo de corazón, el mismo circuito de sangre; me hablan al oído para decirme que han visto pieles de diferentes colores y que cuando tendemos la mano y la juntamos a las otras manos, estas pieles forman un arco iris de humanidad brillante indisoluble en la risa y el futuro.

Javier Agra.

domingo, 30 de diciembre de 2018

SANTIAGO DE PEÑALBA


Seguramente estoy bajo el balcón más fotografiado del pueblo de Peñalba de Santiago.

En el recoleto y escondido Valle del Silencio, bajo los montes Aquilianos en el Bierzo de León, visité de nuevo después de muchos años el templo mozárabe de Santiago de Peñalba.

El pueblo de Peñalba de Santiago y su entorno, visto desde la Cueva de San Genadio.

Peñalba de Santiago en un silente pueblo remodelado por completo; a su entrada existe un aparcamiento para continuar caminando por las calles y el sosiego. Allí permanece con el murmullo de siglos pasados el río Oza y su Valle, las montañas, la lumbre vieja y las modernas antenas disimuladas.

Aquí los viejos castaños se levantan en sus siglos de misteriosa lentitud mientras dejan paso poco a poco a los nuevos retoños que continuarán la vida floreciendo en la esperanza de un tiempo siempre mejor de lo que fue el anterior. El agua serena y los caminos de antaño suenan con los gorjeos de la historia pasada y presente.

Iglesia de Santiago de Peñalba, vista exterior.

Allá en la primera mitad del siglo diez, el abad Salomón construyó un reducido templo que hoy contemplo con serena admiración. Lo hicieron los mozárabes imitando el ladrillo que era, por entonces, el mayor adelanto tecnológico. Entramos por un doble arco de herradura apoyado en tres columnas de mármol.

Puerta con doble arco de herradura y sus tres columnas de mármol, entrada a Santiago de Peñalba.

En su interior tiene dos ábsides. Según la tradición, la que mira al este era el presbiterio inicial con su altar, su sede y su ambón; poco más tarde, el mismo Abad Salomón mandó construir el ábside del oeste para enterrar allí a San Genadio, un santo por aclamación popular al que nunca ha canonizado la Iglesia.

Allí se mezclan las runas celtas con elementos visigodos y estructuras de inspiración árabe. Ahora que están “limpiando” su interior descubrimos, con ayuda del guía comentarista, pinturas y grabaciones murales que hablan de los primeros años de su consagración y uso litúrgico. Hoy ya no se utiliza para la liturgia, pero yo visito el antiguo templo con unción y asombro.

Tumba donde fue enterrado San Fortis, junto al muro del templo.

En su exterior se añadió poco más tarde una tumba para dar sepultura a otro de sus santos abades, San Fortis donde permaneció hasta comienzos del siglo diecisiete que fue enterrado en otros lugares “más nobles” hasta llegar a la catedral de Astorga en mil seiscientos veintiuno.

Javier Agra.

viernes, 28 de diciembre de 2018

CUEVA DE SAN GENADIO Y VALLE DEL SILENCIO



Valle del Silencio. Vista desde la Cueva de San Genadio.

Entre el río Oza y el montañoso bosque de esta parte del Bierzo, apenas dejan resquicio para una estrecha y serpenteante carretera que nos lleva desde Ponferrada hasta Peñalba de Santiago. Estamos en los días primeros de este cálido otoño. Dejamos la mochila en el coche porque para llegar a la Cueva de San Genadio parece que no será necesaria su provisión.

Entorno montañoso de la Cueva de San Genadio en el Valle del Silencio.

Unos pasos más allá de la iglesia mozárabe de Santiago de Peñalba, sale pueblo abajo un estrecho camino asfaltado que pronto se mudará a camino de tierra. Vamos a la sombra de robles y castaños en un bosque que encierra hadas y cuentos entre el sosiego y la soledad de la mañana. Esta comarca del Silencio hace honor a su nombre mientras sorteamos curvas y hayas antes de llegar al Arroyo de Peñalba con diversos saltos graciosos de gua.

Cruzamos el Arroyo de Peñalba sobre su puente de madera.

Lo cruzamos sobre un puente de madera y continuamos el camino en sigilosa conversación y tenue ascenso; nosotros que somos montañeros queremos conservar el asombro de este lugar de colorido sonido de agua y de pájaros. Estamos bordeando la Cruz del Pico, ascendemos por las faldas iniciales del Valle del Silencio con su arroyo del Silencio a nuestro lado. Admiro el valor de San Genadio y siento que yo también podría quedar fascinado por esta naturaleza infinita de soledad y corazón de vivaz naturaleza.

A nuestra izquierda se pierde un camino, por el que regresaremos más tarde, con un cartel que indica que por aquí se llega a Peñalba de Santiago. Continuamos de frente en busca de la Cueva de San Genadio. Aumenta el remanso de agua, aumenta el caudal en forma de meandros y de diminuto delta; hoy podemos pasar con comodidad entre las raíces y las piedras hasta dejar atrás el Arroyo del Silencio bajo su puente de madera.

El Arroyo del Silencio tiene su puente de madera.

El sendero se estrecha y se hace más agreste para ascender por una mística ladera entre encinas y rayos de luz mañanera. A nuestra espalda se abre, inmenso y radiante, el Valle del Silencio; abajo va ganando profundidad del Arroyo del Silencio mientras nos acercamos con emocionada curiosidad y reverente unción a la Cueva de San Genadio.

Llegamos con silencio y unción ante la Cueva de San Genadio.

La cueva está acondicionada a modo de ermita con una humilde adecuación a la cueva antigua donde San Genadio moró largas jornadas. Desde aquí se divisa el pueblo, las montañas, la vida, las aves, el agua, la luz inmensa, el cielo… Desde aquí se contempla la lentitud austera del pasado, desde aquí se recuerda el presente que vive veloz en el instante acaso irreflexivo y en incesante cambio. Me siento bajo una encina a la entrada de la Cueva para recordar en el corazón que la naturaleza y la vida tienen ritmo lento y sosegado.

Interior de la Cueva con su imagen de madera sobre una peana esculpida en la roca, tras el altar. Ese pequeño atril que aquí observáis, también hace de ambón en las ocasiones que la liturgia lo requiere.

Regresamos sobre nuestros pasos hasta el camino que dicho tengo; camino que nos llevará hasta el pueblo entre grandes farallones bajo los Montes Aquilianos. Entre castaños viejos y juveniles árboles dejamos atrás una cascada, el cementerio, el sosiego del monte y entramos en el pueblo en sosiego, en el momento del primer bullicio del turismo que comienza a romper el misterio de paz del Valle del Silencio.

Javier Agra.

domingo, 25 de noviembre de 2018

POR TIERRAS DEL BIERZO: VALDIGLESIA, EL REGRESO


Desde la cumbre del Pico Valdiglesia las voladoras aves se nos quedan bajas, las nubes han desaparecido en la inmensidad del espacio, cimas y cumbres lejanas traen hasta nosotros sonidos de otras tierras, a esta altura de las montañas se diluyen las fronteras y el sonido de la brisa conversa en todos los idiomas con los montañeros que tienen el corazón conectado a la naturaleza entera.



Vista desde la cima del Pico Valdiglesia (Los nombres que aparecen sobre algunas cimas se los debemos a Jose, maestro de la montaña).

Hemos llegado al mojón señalizador por donde comenzaremos nuestro regreso; nos sentamos entre la naturaleza y el tiempo para comer nuestras viandas llenas de fortaleza y ensoñación. Iniciamos un descenso que sabemos largo pero mucho más breve en espacio y en tiempo de los que fue la subida. La vista atrás nos permite ver la belleza de la cima de Braña la Pena en una cascada de dientes de sierra, de monumental dentadura, de musicales órganos de piedra.


Vista de Braña la Pena.

La tarde avanza dilatando el espacio mientras los montañeros ganamos la breve subida hasta el Alto de los Grillos (también he visto que en alguna documentación escrita dicen “Alto de los Orillos”) así nos aseguraron en Salentinos que se debe nombrar y así lo nombro. Si alguna vez pasas por él, amable lector, acuérdate de hacer una parada pues la vista aquí llena de asombro y monumentalidad a los ojos, al corazón y aún al alma.


Vista del Pico Valdiglesia desde el descanso en el Alto de los Grillos. Ligeramente hacia la derecha está el punto más elevado, alguna fotografía aporté en la anterior entrada, con su buzón y su vértice geodésico. Unos metros antes del inicio rocoso de la izquierda está el amplio mojón que indica el comienzo de la bajada, parte de ella también está retratada.

Entre el gozo y la precaución de la bajada que se complica ligeramente, llegamos al Collado de Tierrafracio con su pequeña charca estacional. Los más fuertes pueden continuar por la cumbre hasta las cimas del Cernella y del Catoute. El Catoute es el pico más popular por esta zona, pues hasta hace pocas fechas tenía la categoría de máxima altura, además de estar bastante más cercano al pueblo.

Collado de Tierrafracio.

Nosotros encontramos una senda muy bien marcada que nos indica una bajada haciendo una diagonal hacia nuestra derecha. La marcha es plácida, la compañía agradable, el aire saludable, la paz abundosa…Así vamos descendiendo en amistosa conversación o en introspectivo silencio, llegamos a un bosque de abedules donde nos pareció conveniente hacer otra parada a la orilla del sonajero de un arroyo que por aquí merodea.

Picos Cernella y Catoute vistos desde el Alto de Los Grillos.

Poco más abajo llegamos a un abierto espacio de hierba, estamos en Campo la Veiga con un corral ruinoso y alguna maquinaria agrícola, con pesebres y abrevadero para el ganado. Aquí encontramos los postes con el camino que indica la subida al Pico Catoute. Un arroyuelo, un camino que es pista por donde pueden moverse los tractores… hemos bajado lo suficiente como para pensar que es cuestión de tiempo pero seguramente llegaremos a Salentinos sin más aventuras que narrar. Allá vemos la caseta y más lejos donde la curva se desplaza hasta el refugio de la Braña de Salentinos, el punto donde se cerrará el círculo de nuestra montaña de hoy.

Valle de Salentinos desde la Fuente de Las Chávanas.

Hemos cerrado el círculo. Una hora más de camino y llegamos al pueblo y al albergue. La amplitud de la montaña agranda el corazón, el esfuerzo de la jornada sosiega el espíritu, la respiración sintonizada con la naturaleza llena de entusiasmo la vida de los montañeros. Mañana afrontaremos otra jornada.

Javier Agra.  

jueves, 22 de noviembre de 2018

POR TIERRAS DEL BIERZO: PICO VALDIGLESIA (II)


Me había quedado en mi anterior descripción en el Chozo de las Murias, con sus paredes en ruinas y su salguero en el centro de las campas. No me he quedado por aquellos parajes las jornadas que han pasado desde aquella referida entrada en el BLOG hasta esta descripción que hoy retomo; son las diversas coyunturas, circunstancias que decía Ortega y Gasset que me acompañan; Unamuno añadiría que el “yo” mismo es una circunstancia de esta ajetreada y agónica vida, a la que Valle-Inclán describiría desde nuestra esperpéntica existencia… Cualquier día me sentaré a conversar de nuevo con estas personas de la generación del noventa y ocho, poetas filósofos, inconformistas luchadores, sensibles humanos.

Cumbre del Valdiglesia. Bien merece Jose encabezar esta crónica pues pensó la ruta, diseñó las jornadas y puso mucho empeño en su feliz término.

Desde las Campas de Las Murias, sube un sendero muy visible en diagonal hacia la izquierda por el que se llega a un amplio llano con lagunas estacionales ocupando diversas y pequeñas depresiones que se conocen como Lagunas de Las Murias. En la subida, una viga atravesada hace de muro de contención al agua de una fuente que así forma un pequeño embalse bien pensado como abrevadero de aves y animales. ¡Cómo cuida la naturaleza la vida de sus criaturas!

Estamos por el sendero de la cima camino del Pico Chao.

Ante los montañeros aparece una amplitud nueva, lomas y cumbres que ascienden como una espiral de montañas. Se paran las agujas del tiempo, respiran los momentos álgidos de la historia del mundo, canta el diminuto corazón las canciones inmensas de los corazones todos.

Delante se eleva el Collado de la Carranca. “Evitad subir hacia la izquierda, vuestra referencia siempre hacia el Collado tendiendo a la derecha” fueron las palabras con que Senén, el cuidador del Albergue, nos describió la ruta. El sendero se difumina y aún desaparece. “Ese es el Collado” nos decimos. Entre la vegetación y las graveras, con algún que otro trabajo llegamos a la senda cimera, dejamos atrás el Collado de la Carranca. Las vistas ya dan hacia nuevos horizontes y otras tierras, porque el viajar por la tierra ensancha los horizontes de la mente y del espíritu, enseñas otras posibilidades, otras lenguas… Entre la alegría y el sudor hacemos cumbre en el Pico Chao o Pico del Lago.

Cima del Pico Chao.

Un tenteenpie que ya es hora de almorzar. Las paradas se multiplican durante esta marcha, los montañeros queremos llegar y disfrutar de la marcha. Continuamos sendero adelante hacia el Pico Braña La Pena. Ya hace un rato que superamos los dos mil metros. Aún es necesario caminar un tiempo amplio entre vaguadas y ascensiones hasta avistar el asombroso Pico Valdiglesia. La línea cimera alivia la dura subida, llegamos a un amplio y contundente mojón de piedras que conviene fijar en la mente para el momento del regreso que será por diferente camino.

Cerca del Valdiglesia.

Cima del Valdiglesia.

¡Cumbre del Valdiglesia! En algún lugar he visto escrito Valdeiglesias con su buzón y su placa, con su vértice geodésico y el saludo al montañero. Dicen que estos dos mil ciento treinta y cinco metros es la mayor altura del Bierzo. ¡Aquí estamos! Contemplamos El Cornón, la zona de Peña Orniz, las Ubiñas, la Sierra de Villabandín, los cercanos picos Cernella y Catoute…

Diferentes cadenas de montaña, al fondo la Cordillera Cantábrica hasta Peña Ubiña.

El gozo de la montaña silencia los dolores de la vida, los felices saltos del alma se reúnen con el canto de las aves, con las carreras de los animales, con el cielo y con la tierra toda.

Iniciamos el regreso… pero eso dará para otra entrada…

Javier Agra.





viernes, 16 de noviembre de 2018

POR TIERRAS DEL BIERZO: PICO VALDIGLESIA (I)



La provincia de León tiene, fuera de Picos de Europa, más de doscientas cumbres que superan los dos mil metros de altitud. Jose y yo hemos subido hasta la cumbre de unos pocos. Estos días llegamos hasta la Sierra de Gistredo y queremos llegar a la cima más alta del Bierzo; aunque son diferentes las opiniones  sobre la montaña que ostenta ese rango, parece que el Valdiglesia se lleva la palma. Ciertamente es aún más popular el Catoute, pues hasta hace no muchas fechas parecía la cumbre más elevada. Los sistemas de medición, cada día más precisos, le otorgan unos metros más al Pico Valdiglesia (2135 metros).

Panorámica de nuestro Pico Valdiglesia. Antes están Pico Chao y Braña La Pena. La Fotografía está tomada después de dejar atrás el Chozo de las Murias.

Al final del sosegado y bello pueblo de Salentinos está el Albergue “La Cabaña del Trasgu” donde nos alojamos. Muy de mañana, cuando los gallos comienzan sus andanzas y los senderos apuntan ya la dirección de las pisadas, salimos hasta cruzar el puente sobre el río Salentinos caminando por un cuidado camino agrícola entre el rocío y los huertos.

Suena allá abajo el río Salentinos entre los abedules y los chopos. El sol del alba acuna con maternales dedos las cumbres sobre los Vildares y Las Fontaninas. El verde de la montaña se está pintando de palidez y brillos amarillos mientras caminamos superando las dos cancelas que impiden el paso de las vacas que pastan con sosiego lánguido por estos arrulladores paisajes. El arroyo de las Chávanas muestra la cárcava que en otras épocas del año forma su nombrada cascada; un poco más allá nos detenemos, estamos en la Fuente de Las Chávanas y queremos llenar las cantimploras.

La Fuente de las Chávanas es un buen lugar para llenar las cantimploras; esta parte de montaña seguramente tendrá agua más adelante y a más altura, pero sin fuente y tal vez para compartir con las vacas y otros animales.

Continuamos acercándonos hacia la cuenca final del valle del Arroyo de la Tejera o Salentino, que por ambos nombres se le conoce indistintamente. Se ensancha ahora en las praderas de La Braña de Salentinos donde cruzamos sobre el río en estos últimos años muy bien canalizado para uso agrícola y para fortuna de quienes nos adentramos en las entrañas de estas montañas. Un pequeño refugio, de una sola pieza con cocina y literas de madera, aguarda silente ser ocupado alguna noche por montañeros.

Interior del refugio de La Braña de Salentinos.

Inmediatamente superado el refugio, dejamos la senda más amplia en dirección hacia una cercana cabaña hasta perderse en el fondo del valle. Es el camino del Catoute, por el que nosotros regresaremos unas cuantas horas más tarde. Dejamos la amplia senda para subir montaña arriba por un sendero más estrecho pero igualmente muy bien trazado. Es el inicio de nuestra ascensión, lo notamos por el desnivel y porque el sol acaricia nuestro cogote y nuestra frente con una intensidad demasiado expresiva.

Disminuyen los pinos, aumentan los acebos, el suelo se puebla de matorral bajo y de hierba multiforme. Las vistas se hacen inmensas, los montañeros nos achicamos en esta grandiosidad de paisaje; podríamos decir que somos un matojo más entre la vegetación variada de estas montañas; en nuestro caminar podría parecer que son las lomas las que pasan a nuestro lado mientras los montañeros permanecemos inmóviles y admirados por esta solemnidad.

Los Griegos, La Fatirona… van quedando atrás mientras buscamos con nuestro paso los Altos de la Carranca…los abedules y los acebos pueblan la escarpada ladera de nuestra izquierda monte arriba entre el murmullo del agua. Llegamos al Chozo de las Murias.

El Chozo de las Murias conserva una pequeña y derruida construcción en medio de una pradera que parece de distinto paisaje al recorrido el resto de la jornada.

Continuaré el relato, que para esta página puede ser excesivamente larga la descripción.

Javier Agra.

domingo, 4 de noviembre de 2018

POR TIERRAS DEL BIERZO: SALENTINOS


Ya estoy jubilado. A veces tengo la tentación de pensar que mi futuro ya está en cada día que amanece y en la inminencia de cada momento. El gran proyecto de la vida ya pertenece a las generaciones más nuevas que han de construir sus proyectos personales y de grupo. Pero pienso que, mientras respiramos el aire de este mundo, participamos en su construcción y así también aportamos nuestro proyecto, acaso más inmediato, acaso con la finitud de cada día.

Cabaña del Trasgu, en Salentinos. Albergue que mantiene la construcción de piedra y pizarra. Un lugar magnífico para alojarse varios días. Senén y Nati atienden este refugio con cariñosa entraña.

Estas cosas se me venían a la cabeza mientras nos acercábamos a Salentinos, reposado pueblo y valle del Bierzo en León, inmóvil y siempre nuevo desde hace millones de años cuando los glaciares construían estos paisajes de los que disfrutamos hoy. Es muy nombrado el pico de Catoute, visitado por montañeros en tiempo de verano y visitado igualmente cuando la nieve cubre sus crestas. Jose y yo, que somos más de cielos abiertos en tiempos de sol y luz previa a las nevadas, hemos elegido estos días de final del verano para llegar hasta estas tierras.

En los amplios y silenciosos montes de Salentinos, exploramos acequias y naturaleza.

Además queremos subir al Pico Valdiglesia que tiene unos metros más de altura. Eso será mañana. Estamos alojados en la Cabaña del Trasgu regentada Senén y Nati, entrañable matrimonio que atiende a quienes allí nos hospedamos con cuidado y esmero de familia. La tarde la empleamos en visitar el monte, acompañados y guiados por Senén. Allí vimos la antigua conducción de agua para producir electricidad y alimentar regadíos; allí gozamos la soledad de los bosques de roble y abedul entretejidos con matorral de piorno y brezo; allí aprendimos a mirar a través de las cámaras las andanzas de los osos que abundan la zona a la sombras de altas cumbres y ocultos a la curiosa mirada humana no exenta de torpeza y a veces mala intención.

Los Picos Cernella y Catoute vistos desde el Chozo de las Murias.

Salentinos mantiene sus tejados de pizarra, sus casas de piedra y sus empedradas calles; Salentinos enseña al montañero los corredores de madera, las huertas de antiquísimos métodos de cultivo; Salentinos mantiene un poco de lo que fue su riqueza ganadera y apícola y mantiene en todo su esplendor el silencio y la naturaleza de que gozamos quienes nos acercamos en la actualidad por este antiquísimo valle glaciar que recorre el río Salentinos o de La Tejera, breve río que se junta con el Valseco antes de caminar serpenteando oteros, cimas y pastos hasta entregar sus aguas al Sil.

Interior del Trasgu. Un alojamiento desde el que se pueden hacer diferentes subidas a las montañas, paseos llenos de sosiego, disfrutar el silencio…

Salentinos tiene colores de otoño entre la breve luz de estos días. Salentinos conserva millones de años de naturaleza en su silencio contemplativo alimentado por la raíz de multiforme vegetación y animales invisibles para los ojos humanos porque saben caminar con paso cadencioso ocultos a la curiosidad.

Entra la noche con la mezcla del apagado sol y de las estrellas con sus brillos como notas iniciales e alguna trompeta que inicia una sinfonía de misterio nocturno.

Javier Agra.

lunes, 15 de octubre de 2018

CAMINO DE SANTIAGO VI



El Camino de Santiago está siendo llevadero y sin sobresaltos. Ningún Fendetestas sale por estos bosques de ensoñado sosiego. Los peregrinos rumian silencios y recuerdos. Hoy su mente se ocupa del futuro de la humanidad, cuando de estos siete mil millones de habitantes sobre una inmensidad porque el trabajo y la misma sociedad se organicen con otros baremos: ¿Cómo nos darán de comer a tantas personas cuando el trabajo sea realizado fundamentalmente por la tecnología? ¿Cómo nos sentiremos humanos y desarrollaremos nuestros valores cuando no sea necesario ocupar el tiempo en producir?

Tupidos bosques entre el asombro y la magia.

La bruma de la mañana se disipa con el sol y el canto de las aves. Así entramos en la provincia de la Coruña por la aldea de Marco das Pías ya en el Concello de Sobrado dos Monxes donde queremos pernoctar, pese a que solamente caminaremos diecisiete kilómetros. Tengo ilusión por pasear los antiguos claustros del Monasterio Cisterciense de Santa María de Sobrado, donde está situado el Albergue de peregrinos.

La Laguna de Sobrado es amplia y llena de vida.

Cruzamos bajo tupidos bosques entre el asombro y la magia las aldeas de Esgueva y Mundelo; aún admirados por tanto encanto llegamos a la Laguna de Sobrado. Poco más allá entremos en el antiguo cenobio que se remonta al siglo X y que sobrevivió con esplendor hasta la Desamortización que aquí llegó en mil ochocientos treinta y cuatro, fecha en la que decayó hasta entrar en un estado ruinoso; en mil novecientos cincuenta y cuatro comenzó la restauración de este monumento “Patrimonio de la Humanidad” desde dos mil quince. De nuevo lo habitan, en una pequeña parte, los monjes cistercienses.

Por sus claustros paseé soliloquios y silencios, pensamientos y suspiros de tiempos remotos; conversé con los huesos de los antiguos pobladores, con las estrellas nocturnas y el salterio de vísperas y completas, con las talladas piedras de otros siglos y el sedoso musgo de hace unas semanas.

El Monasterio cisterciense de Santa María de Sobrado visto desde el Patio de Peregrinos.

Después de pasar una noche monacal, continuamos camino a Arzúa donde el Camino de Santiago se hace bullicio y multitud; en esta población confluyen varios “Caminos” con el Camino de Santiago Francés que es multitudinario en cualquier época del año. Aquí comimos queso, famoso por estas tierras, dormimos y madrugamos para continuar la penúltima jornada hasta Pedrouzo.

Ahora los pies ya están ligeros después de tantos días. Subimos y bajamos desniveles con la fortaleza de la cercanía de Santiago. Más allá de Salceda, entre bosques de eucaliptos y acebos, entre abedules y verdor, continúa el monumento al peregrino belga que murió en este punto del Camino. Vamos a dormir, mañana llegaremos a Santiago.

Iglesia de Baamonde y su triple crucero.

Estamos en la última jornada. Atrás han quedado bosques y arroyos, puentes y baños en aguas escondidas, ruinas que fueron viviendas de familias enteras hoy emigrantes, pueblos más grandes y aldeas, barrancos, cuestas, playas… El Arroyo Lavacolla tiene recuerdo de los antiguos peregrinos que en otros siglos hacían una jornada de descanso para lavar sus cuerpos y sus ropas, para reponer heridas y sentimientos antes de entrar cantando en Santiago de Compostela.

Hoy tenemos que pasar también por ese Arroyo, pero le ha arrebatado el nombre el aeropuerto y sus alambradas. El Monte do Gozo y allá abajo Santiago…



Han pasado las horas. Hoy nos aseamos en el albergue y vamos a darle un abrazo a la imagen del santo. Le abrazo y en su imagen quiero encontrar al apóstol antiguo y siempre nuevo. Santiago es una fiesta de emociones diferentes, de sentimientos diversos, de objetivos innumerables. Yo, me siento en un rincón de la Catedral y rezo.

Javier Agra

viernes, 12 de octubre de 2018

CAMINO DE SANTIAGO V


El Camino de Santiago desde Mondoñedo tiene dos caminos: el “difícil” y el “imposible” nos comentaban las personas del lugar con quienes departimos en nuestro tiempo de sosegado paseo por el espacioso pueblo. Al amanecer, los dos peregrinos decidimos caminar por el señalado como difícil que es el más transitado.

El Camino de Santiago en Galicia es una mezcla prodigiosa de caminos bien trazados, de senderos cuidados, de bosques de diferentes especias, de praderas, de luz y bruma, de sol y nubes…

La llovizna de la madrugada extiende en Galicia multitud de olores en el amanecer, la neblina se dispersa con la luz y la naturaleza entera brilla de matices y colores. Los bosques suenan a vitalidad y emoción entre la llamada de las ciervas madres a sus crías, el canto de los últimos gallos que esperan rezagados y pacientes el paso de los peregrinos para comunicarles que estén atentos a la luz de la mañana llena de bailes de hojas y ramas, de helechos y maizales…

Cerca de este puente, en la soledad del soleado bosque, lejos de lobos y miradas humanas nos bañamos en calidez de un pequeño río que aquí asoma.

Cuando parece que hemos terminado las subidas y bajadas, una nueva curva nos descubre un puente con su arroyo como invitación  a la desnudez y al baño en medio del bosque. Los peregrinos imaginan siglos pasados con lobos acechando su paso, pero no tienen miedo y deciden emplear un tiempo en el baño reposado. No aparecen los lobos y los peregrinos continúan su caminar.

En el Albergue “O Xistral” escuché una amplia conversación entre el viento y las hamacas, entre los árboles y el camino…

Con el  día avanzado llegamos a las altas mesetas de la Tierra Chá entre vacas y cultivos; la vista se alarga durante muchos kilómetros. Llegamos al albergue “O Xistral” que nos parece un paraíso de encinas y frutales. Aquí hacemos noche antes de continuar hacia Vilalba y Baamonde. Hemos pasado antes por Pontevella y su puente de tres ojos, por su cementerio donde “da gusto estar muerto” nos dicen algunas personas con quienes hablamos de los cuidados mausoleos que se adivinan y aún se ven sobre las tapias. Otra noche en Baamonde.

El Camino de Santiago en Galicia en una mezcla de historia y novedad, de sorpresa y entusiasmo, de verdor, piedra, animales y canciones... 

El pequeño río Parga se cruza sobre un puente gótico entre la bruma de la mañana y la silueta burlona de los eucaliptos, enseguida dejamos atrás la también gótica capilla de San Alberte que bendice desde su soledad la amplitud de estos bosques gallegos que jalonan nuestra marcha.

Cruzamos diferentes y diminutas aldeas que ocultan su nombre al peregrino; en algunas no vemos a ninguna persona, en otras saludamos con cortesía a sus habitantes, con cortesía y curiosidad por saber el nombre del lugar… Seixón…Miraz…

En mitad de los montes de Miraz nos encontramos unos peregrinos sin prisa ni tiempo.

Dicen los papeles consultados que en Miraz comienza una sostenida y prolongada subida hasta Roxica. Solamente nos acompaña la vegetación, tres peregrinos austríacos que caminan deprisa y nos pierden, dos rebaños de ovejas y el sol que hoy está más peleón que de costumbre para alentar en lumbre y en luz nuestra ascensión.

Son las dos de la tarde cuando llegamos a Roxica donde hay un albergue desde hace pocos años. Aquí nos quedamos. El trato lleno de cariño en este lugar que invita al solaz será una tentación a quedarme varios días si alguna vez paso por las cercanías.

Javier Agra.